A Hermann Tertsch le han tenido que hospitalizar porque un orangután con dni le ha propinado una patada en la espalda sin mediar palabra.
Este hecho recuerda a aquella patada en la entrepierna que sufrió uno de los letrados que se atrevió a llevar a cierto peneuvista a los tribunales.
La violencia y la intimidación ha sido siempre marca registrada de los homínidos que nutren los extremos de la política. Cuando no es posible aportar argumentos, se recurre a la violencia ya sea física o verbal... intimidar, amenazar, insultar, es una vieja táctica que suele surtir efecto en los ciudadanos decentes que – como no son idiotas – tienden a huir de los enfrentamientos.
En los que profesamos esa religión en vías de destierro, además, existe la obligación de poner la otra mejilla... algo que sitúa al creyente en franca inferioridad a la hora de repeler una agresión de cualquier tipo.
Desgraciadamente, el que recurre a la violencia física, lo hace porque ese es el único lenguaje que es capaz de articular.
Probablemente, si se le aplicase con precisión milimétrica la misma dialéctica que emplea con los demás, dejaría de ejercerla... es cosa de usar un lenguaje corporal que pueda entender.
Cuando un homínido llega al punto de agredir a otro sin mediar palabra, es porque necesita urgentemente una ración doble de educación, de capacitación para la convivencia y de desintoxicación ideológica.
En España, el grupo de orangutanes mas numeroso es el formado por los antifascistas. En ese colectivo se mezclan anormales pertenecientes al movimiento okupa, al movimiento abertzale, al movimiento ecologista, a los grupos “antisistema”... todos ellos marcados por el estigma del marxismo, religión del odio y el desprecio por el ser humano donde las haya.
Es cierto que también (y cada vez mas) aparecen grupos de los denominados de “ultra-derecha”, pero ni en número, ni en peligrosidad, ni en organización, ni en medios, ni en acciones callejeras, pueden equipararse al peligro que suponen para una sociedad decente los "antifascistas".
Sucede que – además - a nuestro gobierno de radicales los antifascistas les gustan. Es la vieja tesis del árbol y las nueces que viejos bastardos como Arzallus han defendido en tantas ocasiones.
No hay dictadura bananera de izquierdas que no cuente con su milicia popular de chulos de barraca, y en España, para el PSOE, sus fuerzas de choque son los grupos antifascistas.
Prueba de ello es la impunidad con que se mueven... la falta de ejercicio de las leyes que para ellos se aplica.
Como además los grupos antisistema estan repletos de orangutanes intoxicados, su violencia es fácil de canalizar... la falta de neuronas y la pertenencia a esa masa de inadaptados que normalmente reside en las cenizas de lo que una vez fué un hogar, los convierte en seres extremadamente primarios y por lo tanto, manipulables.
No es de extrañar que toda la acción de la izquierda (y en eso nuestro gobierno es “de libro”) vaya destinada a deshacer los vínculos familiares, desestructurar la sociedad, desincentivar el mérito en la formación intelectual y animalizar las relaciones humanas.
Lo que le ha pasado a Tertsch es una muestra de lo que nos espera.
Así que, si usted es una de esas personas decentes en peligro de extinción, estas navidades puede irle pidiendo a los reyes magos cuquillera, coderas, rodilleras y espinilleras... el chaleco antibalas lo pediremos el año que viene, cuando los brotes verdes se hayan convertido en cizaña adulta.
Este hecho recuerda a aquella patada en la entrepierna que sufrió uno de los letrados que se atrevió a llevar a cierto peneuvista a los tribunales.
La violencia y la intimidación ha sido siempre marca registrada de los homínidos que nutren los extremos de la política. Cuando no es posible aportar argumentos, se recurre a la violencia ya sea física o verbal... intimidar, amenazar, insultar, es una vieja táctica que suele surtir efecto en los ciudadanos decentes que – como no son idiotas – tienden a huir de los enfrentamientos.
En los que profesamos esa religión en vías de destierro, además, existe la obligación de poner la otra mejilla... algo que sitúa al creyente en franca inferioridad a la hora de repeler una agresión de cualquier tipo.
Desgraciadamente, el que recurre a la violencia física, lo hace porque ese es el único lenguaje que es capaz de articular.
Probablemente, si se le aplicase con precisión milimétrica la misma dialéctica que emplea con los demás, dejaría de ejercerla... es cosa de usar un lenguaje corporal que pueda entender.
Cuando un homínido llega al punto de agredir a otro sin mediar palabra, es porque necesita urgentemente una ración doble de educación, de capacitación para la convivencia y de desintoxicación ideológica.
En España, el grupo de orangutanes mas numeroso es el formado por los antifascistas. En ese colectivo se mezclan anormales pertenecientes al movimiento okupa, al movimiento abertzale, al movimiento ecologista, a los grupos “antisistema”... todos ellos marcados por el estigma del marxismo, religión del odio y el desprecio por el ser humano donde las haya.
Es cierto que también (y cada vez mas) aparecen grupos de los denominados de “ultra-derecha”, pero ni en número, ni en peligrosidad, ni en organización, ni en medios, ni en acciones callejeras, pueden equipararse al peligro que suponen para una sociedad decente los "antifascistas".
Sucede que – además - a nuestro gobierno de radicales los antifascistas les gustan. Es la vieja tesis del árbol y las nueces que viejos bastardos como Arzallus han defendido en tantas ocasiones.
No hay dictadura bananera de izquierdas que no cuente con su milicia popular de chulos de barraca, y en España, para el PSOE, sus fuerzas de choque son los grupos antifascistas.
Prueba de ello es la impunidad con que se mueven... la falta de ejercicio de las leyes que para ellos se aplica.
Como además los grupos antisistema estan repletos de orangutanes intoxicados, su violencia es fácil de canalizar... la falta de neuronas y la pertenencia a esa masa de inadaptados que normalmente reside en las cenizas de lo que una vez fué un hogar, los convierte en seres extremadamente primarios y por lo tanto, manipulables.
No es de extrañar que toda la acción de la izquierda (y en eso nuestro gobierno es “de libro”) vaya destinada a deshacer los vínculos familiares, desestructurar la sociedad, desincentivar el mérito en la formación intelectual y animalizar las relaciones humanas.
Lo que le ha pasado a Tertsch es una muestra de lo que nos espera.
Así que, si usted es una de esas personas decentes en peligro de extinción, estas navidades puede irle pidiendo a los reyes magos cuquillera, coderas, rodilleras y espinilleras... el chaleco antibalas lo pediremos el año que viene, cuando los brotes verdes se hayan convertido en cizaña adulta.