Una lluvia pertinaz moja Sevilla.
Un cielo denso y oscuro priva de luz a este extraordinario laberinto de callejuelas estrechas donde el arte – y con frecuencia el duende - te asalta en cada esquina.
Hace frío.
La humedad castiga el cuerpo y hay que hacer un esfuerzo para salir de casa, porque al calor de la camilla, cabeza fría, pies calientes, se hace la vida entera en en estos días.
Nada invita al gozo del paseo.
Hace un día triste.
Pero es Navidad... porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
¡Qué Misterio!... Decide Dios encarnarse y lo hace en un hombre... no tiene sentido.
Y lo hace – además – para redimirnos con su sangre, plenamente consciente del amargo cáliz que habría de beber de nuestras manos.
No nos merecíamos esto, no nos lo ganamos... pero Dios, en su infinita misericordia, nos entregó la llave de nuestra redención.
Y un recién nacido, un día como hoy, desde un pesebre, cambió para siempre la faz de la Tierra.
Que el niño Dios, en su debilidad humana, nos dé la fuerza que vamos a necesitar para mantener viva la llama de la salvación del hombre... nos ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor.
¡Adeste fideles!, ¡Adeste!
Un cielo denso y oscuro priva de luz a este extraordinario laberinto de callejuelas estrechas donde el arte – y con frecuencia el duende - te asalta en cada esquina.
Hace frío.
La humedad castiga el cuerpo y hay que hacer un esfuerzo para salir de casa, porque al calor de la camilla, cabeza fría, pies calientes, se hace la vida entera en en estos días.
Nada invita al gozo del paseo.
Hace un día triste.
Pero es Navidad... porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
¡Qué Misterio!... Decide Dios encarnarse y lo hace en un hombre... no tiene sentido.
Y lo hace – además – para redimirnos con su sangre, plenamente consciente del amargo cáliz que habría de beber de nuestras manos.
No nos merecíamos esto, no nos lo ganamos... pero Dios, en su infinita misericordia, nos entregó la llave de nuestra redención.
Y un recién nacido, un día como hoy, desde un pesebre, cambió para siempre la faz de la Tierra.
Que el niño Dios, en su debilidad humana, nos dé la fuerza que vamos a necesitar para mantener viva la llama de la salvación del hombre... nos ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor.
¡Adeste fideles!, ¡Adeste!