Hay en Ceuta un cuartel que tiene un reloj. Ese reloj marca siempre las dos menos diez... y no es porque esté estropeado. Está parado - deliberadamente - en esa hora. Yo lo he visto ayer – invitado por un amigo – durante una visita privada que he disfrutado como hacía tiempo no disfrutaba cosa alguna.
El edificio que sustenta aquella torre coronada por ese reloj, está cuajado – literalmente – de lápidas de mármol en las que figuran listas de nombres bajo el emblema de la Laureada de San Fernando o la Medalla Militar Individual.
Hay en esas paredes un impresionante derroche de heroísmo, y todos y cada uno de los nombres que componen las listas que engalanan esas lápidas, tienen detrás una historia que pone los vellos de punta.
Entre ellos – y no pocos – hay nombres musulmanes...
La unidad que visité, que pronto hará cien años que sirve silenciosamente a España, recoge la tradición de aquellos Tábores de Regulares que defendieron primero el protectorado y ayudaron, años después, a echar de España a los partidarios de convertir nuestra Nación en una república socialista soviética.
A mi abuelo lo liberaron cuando - preso y torturado por los “buenos” de la memoria histérica - esperaba la muerte en el monasterio de Santa María del Collell... de forma similar a como sacaron del Alcazar de Toledo (Laureada Colectiva que ostentan en la puerta del acuartelamiento) a los que sobrevivieron a los setenta y cuatro días de infierno en esa gesta que se estudia en las academias militares de todo el mundo y que aquí, la Chacón y su miserable pandilla de sectarios civiles y cobardes aduladores uniformados, tratan de silenciar.
Marca ese reloj las dos menos diez porque a esa hora recibió el balazo que acabó con su vida el Teniente Coronel González Tablas, primer oficial caído en combate de aquellas fuerzas que tuvo que organizar Dámaso Berenguer.
El cuartel, que lleva el nombre de este oficial, es un santuario donde se rinde culto al valor, al honor, al sacrificio, a la humildad del soldado que, cumpliendo con su deber, sin cuestionar las órdenes recibidas, entrega generosamente su vida y entra en la historia por la puerta de los ángeles.
Y yo he tenido ayer el privilegio de hablar con ellos, de escuchar su historia, de emocionarme al constatar el orgullo que sienten por pertenecer a una Unidad que tantos héroes ha entregado a la Patria.
Y no entiendo que ese orgullo que ellos sienten, que yo siento por compartir Patria con ellos, no se propague por España como un incendio.
Porque nos está haciendo mucha, pero que mucha falta, mirarnos en el espejo de estos sobresalientes regulares.