Uno de los pilares sobre los que se debe asentar una sociedad moderna, probablemente el mas importante, es la administración de justicia.
Administrar justicia – contrariamente a lo universalmente aceptado – no es una actividad que se limita a aplicar la ley... para eso bastaría un ordenador y un funcionario administrativo mas o menos especializado.
Administrar justicia es impedir, en base a unos principios superiores al cuerpo legislativo, aunque sin saltárselo a la torera, que se produzca una situación en la que el inocente sea declarado culpable y el culpable inocente.
Y para ello hay que interpretar dos cosas: la ley y los hechos, pero siempre bajo un prisma moral.
Porque si bién la interpretación de la ley se ajusta a parámetros técnicos, el juicio de los hechos no puede sustraerse al enfoque moral.
Limitar el proceso a dirimir la cantidad de condena aplicable en función de atenuantes y agravantes, no deja de ser un ejercicio matemático relativamente simple.
Para nuestra izquierda progre, la inexistencia de esos principios superiores antes mencionados, limitan el ejercicio de la justicia a la aplicación de la ley... pues para ellos nada hay por encima de la ley.
Pero la cosa es mas graciosa... porque distinguen entre leyes buenas y malas en función de quien las promueve. Si las dictan ellos son buenas, si las hacen otros, malas. Si son suyas son inapelables, si son de los otros, no es preciso acatarlas. La objeción de conciencia no es admitida como derecho en el adversario... a “sus” leyes, no se puede objetar.
El peso justificativo que aplican a la “legalidad vigente” bajo los gobiernos de izquierdas difiere notablemente del aplicable al mismo concepto cuando no son ellos los que mandan.
La segunda característica “genética” (como dice el tonto de las cejas en un insufrible ataque de cursilería) aplicable a la progresía de izquierdas, es la incapacidad de autocrítica, de reconocer un error aunque sea del tamaño de un rascacielos.
Así, cuando al legislar cometen errores monstruosos, ni reconocen la pifia (primer paso para la solución de cualquier problema sobrevenido) ni, por supuesto, admiten la posibilidad de enmendarla.
Y como la categoría intelectual de nuestro poder legislativo roza el chiste, cuando se meten a legislar sale lo que sale... un cuerpo legislativo cuya aplicación genera mas problemas de los que resuelve.
Si el imperio de la ley persigue la paz social y el sostenimiento de la convivencia entre los ciudadanos sometidos a él, ¿Tiene sentido una normativa de “memoria histórica” sobre unos hechos que mi octogenario padre vivió en su niñez, yo estudié en los libros y mis hijos deberían ver como la narración de pasado lejano y, por lo tanto ausente de carga emocional?.
¿Ha dejado de ser preciso proteger al nasciturus?, ¿Qué ha cambiado en el feto de la especie humana para que pueda ser tratado como un tumor o un forúnculo?
Si el maltrador es hombre se le aplica una ley y si es mujer otra... ¿Y si es el hijo el que maltrata al padre?
Los tiempos van cambiando... aparecen nuevas formas de violentar al ciudadano de a pie (objeto principal de la justicia) sin que existan leyes que permitan a la policía actuar para prevenir el delito o detener a los delincuentes.
Y entonces pasan cosas que son difíciles de entender.
Uno de los ejemplos mas vistosos se produce cuando a uno lo agreden y el agresor había sido detenido ya cuatro veces por la comisión de delitos de la misma naturaleza, y en muchos casos condenado por ellos... ¿A cuantos tiene que agredir este animalito para que lo priven de convivir con el resto de la sociedad? (Algo para lo que evidentemente no está preparado)... y si encima el vándalo aún no ha cumplido los dieciocho, ni les cuento.
Si ademas de tener unas leyes deficientes tenemos una justicia inoperante, agotada y sometida a los dictados del gobierno... ¿Qué distingue a una democracia de una dictadura?, ¿La frecuencia de los desmanes?
Dice pepiño el sabio que un gran logro del PSOE es haber conseguido que haya cosas que sean pecado y no sean delito...
Tal vez habría que explicarle a este mameluco que la existencia del concepto de pecado ha permitido evolucionar a la humanidad hacia cotas que jamás le hubiese llevado el código de Hammurabi... y que, generalmente, si es pecado, mas tarde o mas temprano termina siendo delito.
Vivir en un Estado de Derecho en el que nadie cree en la eficacia de la justicia, es una broma macabra. ¿No les produce risa?
Administrar justicia – contrariamente a lo universalmente aceptado – no es una actividad que se limita a aplicar la ley... para eso bastaría un ordenador y un funcionario administrativo mas o menos especializado.
Administrar justicia es impedir, en base a unos principios superiores al cuerpo legislativo, aunque sin saltárselo a la torera, que se produzca una situación en la que el inocente sea declarado culpable y el culpable inocente.
Y para ello hay que interpretar dos cosas: la ley y los hechos, pero siempre bajo un prisma moral.
Porque si bién la interpretación de la ley se ajusta a parámetros técnicos, el juicio de los hechos no puede sustraerse al enfoque moral.
Limitar el proceso a dirimir la cantidad de condena aplicable en función de atenuantes y agravantes, no deja de ser un ejercicio matemático relativamente simple.
Para nuestra izquierda progre, la inexistencia de esos principios superiores antes mencionados, limitan el ejercicio de la justicia a la aplicación de la ley... pues para ellos nada hay por encima de la ley.
Pero la cosa es mas graciosa... porque distinguen entre leyes buenas y malas en función de quien las promueve. Si las dictan ellos son buenas, si las hacen otros, malas. Si son suyas son inapelables, si son de los otros, no es preciso acatarlas. La objeción de conciencia no es admitida como derecho en el adversario... a “sus” leyes, no se puede objetar.
El peso justificativo que aplican a la “legalidad vigente” bajo los gobiernos de izquierdas difiere notablemente del aplicable al mismo concepto cuando no son ellos los que mandan.
La segunda característica “genética” (como dice el tonto de las cejas en un insufrible ataque de cursilería) aplicable a la progresía de izquierdas, es la incapacidad de autocrítica, de reconocer un error aunque sea del tamaño de un rascacielos.
Así, cuando al legislar cometen errores monstruosos, ni reconocen la pifia (primer paso para la solución de cualquier problema sobrevenido) ni, por supuesto, admiten la posibilidad de enmendarla.
Y como la categoría intelectual de nuestro poder legislativo roza el chiste, cuando se meten a legislar sale lo que sale... un cuerpo legislativo cuya aplicación genera mas problemas de los que resuelve.
Si el imperio de la ley persigue la paz social y el sostenimiento de la convivencia entre los ciudadanos sometidos a él, ¿Tiene sentido una normativa de “memoria histórica” sobre unos hechos que mi octogenario padre vivió en su niñez, yo estudié en los libros y mis hijos deberían ver como la narración de pasado lejano y, por lo tanto ausente de carga emocional?.
¿Ha dejado de ser preciso proteger al nasciturus?, ¿Qué ha cambiado en el feto de la especie humana para que pueda ser tratado como un tumor o un forúnculo?
Si el maltrador es hombre se le aplica una ley y si es mujer otra... ¿Y si es el hijo el que maltrata al padre?
Los tiempos van cambiando... aparecen nuevas formas de violentar al ciudadano de a pie (objeto principal de la justicia) sin que existan leyes que permitan a la policía actuar para prevenir el delito o detener a los delincuentes.
Y entonces pasan cosas que son difíciles de entender.
Uno de los ejemplos mas vistosos se produce cuando a uno lo agreden y el agresor había sido detenido ya cuatro veces por la comisión de delitos de la misma naturaleza, y en muchos casos condenado por ellos... ¿A cuantos tiene que agredir este animalito para que lo priven de convivir con el resto de la sociedad? (Algo para lo que evidentemente no está preparado)... y si encima el vándalo aún no ha cumplido los dieciocho, ni les cuento.
Si ademas de tener unas leyes deficientes tenemos una justicia inoperante, agotada y sometida a los dictados del gobierno... ¿Qué distingue a una democracia de una dictadura?, ¿La frecuencia de los desmanes?
Dice pepiño el sabio que un gran logro del PSOE es haber conseguido que haya cosas que sean pecado y no sean delito...
Tal vez habría que explicarle a este mameluco que la existencia del concepto de pecado ha permitido evolucionar a la humanidad hacia cotas que jamás le hubiese llevado el código de Hammurabi... y que, generalmente, si es pecado, mas tarde o mas temprano termina siendo delito.
Vivir en un Estado de Derecho en el que nadie cree en la eficacia de la justicia, es una broma macabra. ¿No les produce risa?