Los que hemos pasado una buena parte de nuestra vida (y lo que te rondaré, morena) tratando de no faltar al sexto ni al noveno - admito que con relativo éxito - somos oficialmente unos reprimidos.
Tratar de vivir de cintura para arriba en una sociedad en la que por encima de la cintura sólo hay lugar para el futbol o la gastronomía, es adquirir voluntariamente la condición de bicho raro.
Canalizar (o hacer lo posible por canalizar) esos impulsos que por razón de cromosomas, y porque no decirlo, de voluntad divina, te acometen cuando menos te lo esperas, es contemplado por nuestra sociedad como algo malo.
Lo suyo, dado el hedonismo imperante, es darse el gusto… lo demás es represión.
No voy a entrar en consideraciones acerca del efecto liberador que la renuncia "a lo que te pide el cuerpo" produce en el hombre… de las satisfacción que deriva de esa capacidad (humana donde las haya) de sobreponerse a los instintos… de eso y otras cosas – Deo volente – hablaremos en otra ocasión, lo que me ocupa en esta divagación es "la asignatura pendiente".
Cuando despertaba a la adolescencia, en los albores de la transición a esta cleptocracia que padecemos, la izquierda progresista empezó a producir películas de una calidad tan baja que creó un género que hoy denominamos "cine español".
Al cine puedes ir a ver un "Western", un "Thriller", una "comedia romántica"… o una película de "cine español" (aunque eso sucede sólo cuando estas sujeto a penitencia o te arroba hasta las cachas la vena masoquista).
En el cine español, dirigido, producido e impulsado por estos señores que no pertenecen al despreciado grupo de los reprimidos sexuales, el epicentro – mire usted que cosas - es el sexo.
Los liberados de la pesada carga de nuestras represiones sexuales, viven obsesionados con la carga que tan diligentemente han abandonado.
Los argumentos de las películas de este género, son meras excusas para enseñar el trasero de Maribel (hermoso trasero, dicho sea de paso) o para reeducar al incauto espectador haciéndole creer que el comportamiento de un grupo de frikis constituye el centro de la curva de Gauss en la sociedad en que subsiste.
Hacen así una especie de cine porno con pocas escenas explícitas… y lo llaman arte.
Este mes se ha estrenado una películas que por supuesto no voy a ir a ver (me he quitado de las grasas poliinsaturadas y del cine español por prescripción facultativa)… en ella nos prometen un centenar de minutos viendo tres personas (dos varones y una hembra) en combinación de tres elementos tomados de tres en tres.
Claro que eso lo revisten de estudio psicológico (no olvidemos que son intelectuales) tratando de hacer una película "con mensaje".
En mi opinión, los obsesos son ellos… que son incapaces de contar una historia – cualquiera que sea - sin enseñar un par nalgas.
Y para hacer esa basura de trabajo nos exigen subvenciones…
Las películas de Pajares y de Esteso, al menos, no tenían pretensiones, ni exigían financiación pública… sal gorda tenían a calderadas, pero no pretensiones.
¡Que hemos hecho – Señor – para merecer estos "artistas"!
Tratar de vivir de cintura para arriba en una sociedad en la que por encima de la cintura sólo hay lugar para el futbol o la gastronomía, es adquirir voluntariamente la condición de bicho raro.
Canalizar (o hacer lo posible por canalizar) esos impulsos que por razón de cromosomas, y porque no decirlo, de voluntad divina, te acometen cuando menos te lo esperas, es contemplado por nuestra sociedad como algo malo.
Lo suyo, dado el hedonismo imperante, es darse el gusto… lo demás es represión.
No voy a entrar en consideraciones acerca del efecto liberador que la renuncia "a lo que te pide el cuerpo" produce en el hombre… de las satisfacción que deriva de esa capacidad (humana donde las haya) de sobreponerse a los instintos… de eso y otras cosas – Deo volente – hablaremos en otra ocasión, lo que me ocupa en esta divagación es "la asignatura pendiente".
Cuando despertaba a la adolescencia, en los albores de la transición a esta cleptocracia que padecemos, la izquierda progresista empezó a producir películas de una calidad tan baja que creó un género que hoy denominamos "cine español".
Al cine puedes ir a ver un "Western", un "Thriller", una "comedia romántica"… o una película de "cine español" (aunque eso sucede sólo cuando estas sujeto a penitencia o te arroba hasta las cachas la vena masoquista).
En el cine español, dirigido, producido e impulsado por estos señores que no pertenecen al despreciado grupo de los reprimidos sexuales, el epicentro – mire usted que cosas - es el sexo.
Los liberados de la pesada carga de nuestras represiones sexuales, viven obsesionados con la carga que tan diligentemente han abandonado.
Los argumentos de las películas de este género, son meras excusas para enseñar el trasero de Maribel (hermoso trasero, dicho sea de paso) o para reeducar al incauto espectador haciéndole creer que el comportamiento de un grupo de frikis constituye el centro de la curva de Gauss en la sociedad en que subsiste.
Hacen así una especie de cine porno con pocas escenas explícitas… y lo llaman arte.
Este mes se ha estrenado una películas que por supuesto no voy a ir a ver (me he quitado de las grasas poliinsaturadas y del cine español por prescripción facultativa)… en ella nos prometen un centenar de minutos viendo tres personas (dos varones y una hembra) en combinación de tres elementos tomados de tres en tres.
Claro que eso lo revisten de estudio psicológico (no olvidemos que son intelectuales) tratando de hacer una película "con mensaje".
En mi opinión, los obsesos son ellos… que son incapaces de contar una historia – cualquiera que sea - sin enseñar un par nalgas.
Y para hacer esa basura de trabajo nos exigen subvenciones…
Las películas de Pajares y de Esteso, al menos, no tenían pretensiones, ni exigían financiación pública… sal gorda tenían a calderadas, pero no pretensiones.
¡Que hemos hecho – Señor – para merecer estos "artistas"!