No puedo quitarme de encima la sensación de que en España el principio de que los ciudadanos deciden como deben ser gobernados mediante los comicios es - simplemente - mentira.
El español de a pie emite su voto y, una vez contabilizado, se sienta en el anfiteatro a presenciar un sainete que, si no fuera por las repercusiones que sobre su vida tiene lo que suceda al final del tercer acto, sería divertidisimo.
El tema se vuelve mas entretenido cuantos mas actores intervienen en el esperpento.
De ese modo las rencillas, pactos, alianzas y traiciones se multiplican ante nuestros asombrados ojos que, cuando emitimos el voto, no podíamos prever que poníamos en marcha un proceso tan complejo.
El espectáculo circense está siendo tan brillante que estoy empezando a pensar que lo de la segunda vuelta francesa no es una idea tan descabellada.
Acepto que esa medida constriñe la política de un pais a una suerte de bipartidismo... pero - en cualquier caso - la decisión de quienes van a pisar las respectivas moquetas recaería sobre el ciudadano y no sobre los partidos políticos.
Para que ello fuese, siempre en mi opinión, rentable, tendríamos que modificar algunas premisas.
Para empezar sería necesario que los políticos asumiesen que cuando acceden al gobierno su obligación es atender las necesidades de todos los españoles, incluso los que no les han votado... manifestando un respeto escrupuloso incluso por aquellos que les son antipáticos.
También sería necesario que se alcanzase un consenso sobre la educación en el que quedase nítidamente claro que la formación se imparte en las escuelas y la educación en casa.
Cualquier atisbo de ideología ya sea partidista o de genero debe quedar fuera de la ecuación educativa... en la escuela se enseña geografía, matemáticas y cosas así, el resto se adquiere en casa.
Los profesores que imparten ideología en vez de formación deben perder la condición de profesor inmediatamente... las que dicen que los niños deben ser castrados, directamente a la cárcel aunque sean concejales del PSOE en Fuerteventura.
Ni que decir tiene que los partidos que no están dispuestos a obedecer las leyes deben ser ilegalizados y se debe impedir a toda costa que obtengan alguna representatividad o capacidad de decisión sobre el conjunto.
De cierto nivel administrativo para abajo, todo debe depender de la meritocracia. Se debe acceder por oposición y hay que crear cuerpos de funcionarios apolíticos que sólo respondan de la correcta gestión de los recursos.
Admito que para ser alcalde de un pueblo no se necesite una licenciatura, pero para ser ministro del gobierno sería necesario un doctorado (uno de verdad no como el de Pedro Sánchez)... o en su defecto un curriculo brillante y - sobre todo - verdadero.
A todo aquel que maneje fondos públicos hay que exigirle un escrupuloso respeto por nuestros bolsillos... y hacerle responsable civil y penal de las malversaciones.
La ley debe impedir los abusos derivados del poder.
En Francia, por ejemplo, contratar parientes es una forma de nepotismo que conduce a la carcel... no entiendo que aquí se permita favorecer a la familia con cargos, sueldos y contratos sin que pase nada.
Si delimitamos aquella parte de nuestra sociedad que puede ser modificada por nuestros políticos sin consultarnos antes, un sistema de doble vuelta no sería tan malo.
Por lo menos tendríamos una idea de lo que van a hacer con nuestro voto.
Hasta que esto suceda, yo - con mi voto - apostaré en la ruleta a negro, par y pasa.
Rien ne va plus.