sábado, 15 de junio de 2019

Mercadeo

Hace poco escuché, en un video de esos que te llegan a través de las redes sociales, a un periodista que hacía una reflexión bastante acertada.
Venía a colación del empeño que tiene todo el mundo en clasificar a Vox como partido de ultraderecha cuando - en realidad - un análisis superficial de su programa permite, sin necesidad de interpretaciones retorcidas, situar al partido de Abascal en el espectro de la derecha conservadora tradicional.
Decía el periodista que este empeño en alterar la imagen pública de Vox ha sido el ariete usado por la izquierda para quebrar a la derecha.
Y los partidos "civilizados" (lease PP y Cs) han sido tan idiotas de caer en la trampa de asumir este argumento. Algo menos el PP y mucho Ciudadanos.
El truco del almendruco está en que desde el momento en que se admite que Vox es un partido de "ultraderecha", se complica enormemente para los partidos que se autodenominan "de centro" la posibilidad de llegar a acuerdos con dicha formación.
De ese modo, el PSOE, que no tiene complejo alguno para pactar con partidos de declarada índole revolucionaria y de ultraizquierda (Podemos, la CUP, ERC, BILDU, etc), sustrae a los partidos "de centro" la posibilidad de alcanzar acuerdos que lo desplacen del poder.
Es así de simple.
De modo que, o PP y Cs cambian el "chip", o ya pueden irse preparando para pasar en la oposición los próximos veinte años... porque votos, lo que se dice votos, no hay para conformar una mayoría ajena a pactos.
De los partidos del bloque que respeta la ley, el que lo tiene peor es Ciudadanos.
La "nueva política" que traían Ciudadanos y Podemos para terminar con el bipartidismo, se está manifestando como un "mas de lo mismo" pero a lo loco.
Esa propuesta de gobernar en Madrid dos años tu (PP) y dos años yo (Cs) que ha hecho Villacís a Almeida, roza lo esperpéntico en materia de gobernabilidad y manifiesta claramente el respeto que "la nueva política" tiene por los españoles... revelando de camino que el deseo de "pisar moqueta" a toda costa es, al final, el objetivo de la "nueva política".
Me resulta sorprendente que los constitucionalistas asuman mansamente que es normal que el PSOE pacte con quien haga falta, y se planteen que tienen un cierto grado de responsabilidad en "evitar" que lo haga con los enemigos declarados de España.
Este planteamiento conduce a interiorizar la creencia de que el PSOE es libre de pactar con quien quiera pero yo no... democracia de dos velocidades, política de embudos a favor de la izquierda, mucho complejo y grandes dosis de estupidez.
La presión de Francia sobre Ciudadanos con la amenaza de expulsarlos de grupo "europeo" en el que se encuadran si pactan con Vox, añade un punto de esquizofrenia a todo esto.
Nunca había sido tan patente la intromisión de un país ajeno en la política interna de otro... y, sinceramente, no sé si dejarse influir por Francia a la hora de tomar decisiones es una buena idea.
Y no lo digo solamente por que Francia sea un país con el que - desde siempre - hemos tenido diversos conflictos de intereses, sino por el hecho de subordinar a "Europa" (ese lugar donde cada vez pesamos menos) las decisiones sobre nuestro bienestar.
Puedo admitir que se produzca un pacto entre formaciones políticas para darle una alcaldía a un partido que no ha alcanzado la representación necesaria, pero siempre que ese pacto no sea "contra natura", es decir, contra los intereses de tus propios votantes o, peor aún, cuando ese pacto se usa como moneda de cambio.
Porque si el pacto consiste en que se cede la alcaldía de la ciudad en la que vivo a mi adversario ideológico para que éste apoye a los míos en otro municipio... que quieren que les diga, de ninguna manera puedo estar de acuerdo.
Y eso es exactamente a lo que están jugando con nuestro voto.
El suyo y el mio.