La izquierda progre (que es la única que conozco) cuya paternidad podemos encontrar en esa peste que asoló la humanidad durante el siglo XX, tiene muy poca capacidad de autocrítica.
Ellos no piden perdón por haberle hecho al mundo cien millones de muertos a cuenta de sus fracasadas revoluciones… y eso que algunas, como la cubana, están todavía a falta de inventario.
Ellos, que tras la caída del muro de Berlín se tenían que haber reconvertido al “yo no tuve que ver nada con esto”, lejos de reconocer con humildad que la pata la metieron hasta el corvejón, siguen en sus trece.
No reconocen un solo error, pero exigen a los demás que reconozcan los suyos.
En la tradición cristiana el reconocimiento del error y el propósito de la enmienda es un atenuante, pero para los hijos de Stalin no es así. Para ellos reconocer públicamente errores es un arma que el humillado pone en manos del juzgador… por eso no piden perdón así los maten.
Lo mas gracioso de todo esto es que una ideología que no tiene por donde cogerla, pasada de fecha como la leche cortada, culpable de innumerables crímenes, que sigue siendo la justificación de la existencia de grupos terroristas, tiene – no se lo pierdan – hasta buena prensa.
A cuenta de los casos de pederastia en el seno de la iglesia, la maquinaria estercolera de la progresía española, se ha volcado en una cruzada de acoso y derribo que tiene por finalidad que usted y yo les pidamos perdón por ir a misa.
Meten en un mismo saco al padre Murphy, al Papa y al párroco de su pueblo… porque las incontables cosas buenas que hace la Iglesia no tienen valor, no son dignas de reconocimiento.
No pienso defender a un sacerdote que traiciona a Dios de esa manera… pero de ahí a asumir las tesis de aquellos que por vergüenza torera, y por los crímenes que han cometido contra la humanidad en los últimos cien años, deberían permanecer silentes y ocultos, media un abismo.
Cuando Santiago Carrillo, ultimo genocida vivo, amigo de las Elena Valenciano, de las Maria Antonia Iglesias, de las Maruja Torres de la vida y de toda la escoria mediática que vierte su veneno a diario sobre la gente de bien, pida perdón por sus crímenes, empezaremos a hablar de culpabilidades.
Hasta entonces, métanse sus injurias por donde les quepan.
Ellos no piden perdón por haberle hecho al mundo cien millones de muertos a cuenta de sus fracasadas revoluciones… y eso que algunas, como la cubana, están todavía a falta de inventario.
Ellos, que tras la caída del muro de Berlín se tenían que haber reconvertido al “yo no tuve que ver nada con esto”, lejos de reconocer con humildad que la pata la metieron hasta el corvejón, siguen en sus trece.
No reconocen un solo error, pero exigen a los demás que reconozcan los suyos.
En la tradición cristiana el reconocimiento del error y el propósito de la enmienda es un atenuante, pero para los hijos de Stalin no es así. Para ellos reconocer públicamente errores es un arma que el humillado pone en manos del juzgador… por eso no piden perdón así los maten.
Lo mas gracioso de todo esto es que una ideología que no tiene por donde cogerla, pasada de fecha como la leche cortada, culpable de innumerables crímenes, que sigue siendo la justificación de la existencia de grupos terroristas, tiene – no se lo pierdan – hasta buena prensa.
A cuenta de los casos de pederastia en el seno de la iglesia, la maquinaria estercolera de la progresía española, se ha volcado en una cruzada de acoso y derribo que tiene por finalidad que usted y yo les pidamos perdón por ir a misa.
Meten en un mismo saco al padre Murphy, al Papa y al párroco de su pueblo… porque las incontables cosas buenas que hace la Iglesia no tienen valor, no son dignas de reconocimiento.
No pienso defender a un sacerdote que traiciona a Dios de esa manera… pero de ahí a asumir las tesis de aquellos que por vergüenza torera, y por los crímenes que han cometido contra la humanidad en los últimos cien años, deberían permanecer silentes y ocultos, media un abismo.
Cuando Santiago Carrillo, ultimo genocida vivo, amigo de las Elena Valenciano, de las Maria Antonia Iglesias, de las Maruja Torres de la vida y de toda la escoria mediática que vierte su veneno a diario sobre la gente de bien, pida perdón por sus crímenes, empezaremos a hablar de culpabilidades.
Hasta entonces, métanse sus injurias por donde les quepan.