No pasa un día sin que algún miembro del sindicato de la ceja se descuelgue con una ardiente defensa de ese señor que ejerce de juez en la Audiencia Nacional a pesar de que las querellas le llueven a pares.
Ahora le toca el turno a Joaquín Sabina, el poeta canalla (y perdonen por lo de poeta), que se ha descolgado con que el pobre Baltasar es víctima de una venganza.
Como parte integrante del grupito de apesebrados del PSOE, Joaquín no puede menos que seguir la consigna a rajatabla: “si es de los míos es bueno, haga lo que haga”.
Joaquín y sus amigos, esa gente como Maruja Torres a la que le gusta poco el agua y el jabón (Maruja dixit en un contexto de ahorrar agua), viven en el mundo feliz de los buenos y los malos donde, por supuesto, los buenos son ellos.
La simple admisión al selecto club de los buenos permite, sin censura posible, robar, insultar, ponerse la Constitución Española por Montera, defender dictaduras bananeras y prevaricar cuando se ejerce de juzgador.
Cualquier cosa que haga un miembro de los repartidores de credenciales democráticas (la pijoprogresía), será automáticamente justificada por el resto… porque para ellos, lo mismo que para Stalin, el fin justifica los medios.
Sucede, desgraciadamente para ellos, que ya están más vistos que el tebeo y que, ley de vida, cada vez hay menos personas que escuchan sus rebuznos… sobre todo porque hace treinta años que repiten el mismo rebuzno.
Joaquín tiene perfecto derecho a rebuznar… el rebuzna lo suyo y yo lo mío, pero su interpretación de los hechos falta a la verdad.
Porque si Garzón no hubiese prevaricado (esa cosa tan fea que hacen algunos jueces debido, básicamente, a que son de carne y hueso) no habría venganza posible.
Cuando uno se salta la ley y lo pillan le pasan estas cosas.
Pero para el sindicato de la ceja no debería ser así… quieren que la justicia sea ciega y – además – progre. Es decir, que sólo se use para llenar las chekas de fachas.
Pues va a ser que no, Señor Sabina.
O – al menos – eso espero.
Ahora le toca el turno a Joaquín Sabina, el poeta canalla (y perdonen por lo de poeta), que se ha descolgado con que el pobre Baltasar es víctima de una venganza.
Como parte integrante del grupito de apesebrados del PSOE, Joaquín no puede menos que seguir la consigna a rajatabla: “si es de los míos es bueno, haga lo que haga”.
Joaquín y sus amigos, esa gente como Maruja Torres a la que le gusta poco el agua y el jabón (Maruja dixit en un contexto de ahorrar agua), viven en el mundo feliz de los buenos y los malos donde, por supuesto, los buenos son ellos.
La simple admisión al selecto club de los buenos permite, sin censura posible, robar, insultar, ponerse la Constitución Española por Montera, defender dictaduras bananeras y prevaricar cuando se ejerce de juzgador.
Cualquier cosa que haga un miembro de los repartidores de credenciales democráticas (la pijoprogresía), será automáticamente justificada por el resto… porque para ellos, lo mismo que para Stalin, el fin justifica los medios.
Sucede, desgraciadamente para ellos, que ya están más vistos que el tebeo y que, ley de vida, cada vez hay menos personas que escuchan sus rebuznos… sobre todo porque hace treinta años que repiten el mismo rebuzno.
Joaquín tiene perfecto derecho a rebuznar… el rebuzna lo suyo y yo lo mío, pero su interpretación de los hechos falta a la verdad.
Porque si Garzón no hubiese prevaricado (esa cosa tan fea que hacen algunos jueces debido, básicamente, a que son de carne y hueso) no habría venganza posible.
Cuando uno se salta la ley y lo pillan le pasan estas cosas.
Pero para el sindicato de la ceja no debería ser así… quieren que la justicia sea ciega y – además – progre. Es decir, que sólo se use para llenar las chekas de fachas.
Pues va a ser que no, Señor Sabina.
O – al menos – eso espero.