Soy de esas personas temerosas de Dios y de la Ley... creo que el peor delito que he cometido en vida terminó en una multa y tres puntos de carnet. No crean que puse en peligro a nadie, era domingo y circulé por una calle de tres carriles completamente vacía (tengo la foto) a la escalofriante velocidad de 60 kilómetros por hora cuando, es verdad, había que hacerlo a 40 kilómetros por hora.
Eso y alguna multa de aparcamiento jalonan mi currículo delincuencial.
Cuando viajo en coche intento no sobrepasar la velocidad permitida y procuro siempre conservar una prudente distancia de seguridad con el coche que me precede... lo de la distancia al coche precedente lo hago por respeto al prójimo, lo de la velocidad por miedo a la multa.
Digamos, como resumen, que tengo una nula tendencia a saltarme la ley, de modo que cuando endurecen las sanciones contra los que conducen bajo los efectos de sustancias psicotrópicas, no me doy por aludido.
Si ahora mismo se promulgase una ley según la cual al atracador pillado "in fraganti" se le atase a una farola y se le propinasen doscientos latigazos, me afectaría poco... poco o nada porque - se lo aseguro - no me veo atracando a nadie por la calle.
Con esto quiero decir que la dureza de las sanciones que se imponen por saltarse la ley solamente afectan a los que se saltan la ley.
De hecho, creo que en España una de las carencias graves que tenemos es que saltarse la ley es - a efectos penales - demasiado barato.
No se si saben ustedes que cuando un delincuente menor de edad cumple dieciocho años, es decir, alcanza la mayoría de edad, sus antecedentes penales son automáticamente borrados.
Si el día después de su cumpleaños comete un delito, no se tiene en cuenta su historial delictivo... no hay reincidencia.
Eso y el hecho de que si el robo no supera cierta cuantía es solamente una falta (no un delito), hace que los vulneradores habituales de la ley campen a sus anchas por nuestras ciudades.
Hace poco un grupo de seis MENAS, marroquíes para mas señas, intentaron violar a dos niñas de 14 años en Barcelona... las niñas lograron zafarse no sin pasar antes un rato amargo y cuando el hermano de una de ellas (que andaba por ahí) acudió a defenderlas se llevó una soberbia paliza de manos de estos angelitos.
Nada del otro jueves: solo le rompieron la mandíbula y le cosieron a patadas.
Los MENAS son menores a efectos de aplicación de la ley, pero para violar en grupo y romper mandíbulas si que sirven.
Los carteristas del metro en Madrid son todo un sindicato.
Roban a diario, pero como lo que sustraen a los usuarios del metro nunca supera la cantidad necesaria para que se considere la acción como "delito", da igual que los detengan.
Los hay con decenas de detenciones sin que la reincidencia produzca efecto legal alguno.
No hay que ser un lince para encontrar una relación directa entre la laxitud en el trato al delincuente y el aumento de inseguridad.
En España, cuando se han hecho con el poder municipal (gracias al PSOE en casi todos los casos) los soplagaitas de Podemos o las candidaturas exóticas, la delincuencia se ha descontrolado.
En Madrid los "manteros" y los carteristas (todos ellos de allende nuestras fronteras) se han hecho fuertes bajo la amorosa mirada de la abuela chocha... en Barcelona - con la tonta de los desahucios - han sido las manadas de MENAS y los okupas.
Y esta situación hay que revertirla.
Porque para que las cosas funcionen es preciso que el ciudadano temeroso de la ley se sienta protegido por ella.
Si un MENA es detenido por un hecho como el descrito anteriormente, solo hay dos soluciones posibles, o se le deja bien clarito que eso aquí no se hace... o se le deporta a su país de origen o a otro que sirva a estos efectos.
Y en cualquier caso, la reincidencia debe conducir ineludiblemente a la deportación.
Porque - convendrán conmigo - para que tengamos seguridad en las calles, hay que sacar a los delincuentes de ellas.
¿Saben que ya hay guías turísticas editadas en inglés donde alertan de las zonas de Barcelona donde un turista puede ser atracado o apuñalado?
En su afán por hacer las cosas mal, estos "buenos para nada" que nos gobiernan en nombre del progreso van a acabar hasta con el turismo que, dicho sea de paso, es de lo poquito que mantiene a España en el primer mundo.
Por eso hay que echarlos de todas partes.
No sólo son unos descerebrados y unos inútiles, son malos... ideológicamente malos.