Volvieron de Afghanistan en sus ataúdes y fueron recibidos, a las tres de la madrugada, por su familia y una pequeña comisión del ejército.
Habían dado su vida por España (aunque fuese en desiertos lejanos) y se les trajo de tapadillo, sin que nadie se enterase, casi con vergüenza...
La palpable realidad del ataúd quitaba credibilidad al relato de "misión de paz", de reparto de vendas y caramelos, que llevaba al gobierno de Zapatero a duplicar los efectivos que España destinó a una guerra en la que los soldados españoles se hartaron a pegar tiros para defenderse.
Porque los hombres que mandó el hipócrita de las cejas picudas a Afghanistan duplicaban en numero a los que sacó de Irak... pueden comprobarlo.
Fueron a una "misión de paz" si, pero en una zona de guerra, que es donde se hacen estas misiones.
A día de hoy, o eres militar, o no sabes nada de lo que pasó en Irak, Bosnia, Kosovo o Afghanistan.
En la sociedad del "no a la guerra", cuando te derriban un helicóptero con un cohete matando a una docena de españoles, el melifluo Ministro de Defensa de turno acude al Congreso a decir que el capitán que lo pilotaba era un torpe o que se confabularon los hados meteorológicos para provocar el "accidente".
Todo menos reconocer que fueron a una guerra a hacer las cosas que hacen los ejércitos.
Todo menos reconocer que dieron su vida por España cumpliendo un juramento, llevando su sentido del deber hasta donde muy pocos son capaces de hacerlo.
Y sí, era una misión de paz... de pacificación, de imposición de la paz en zonas donde aún sangraban las cicatrices de una guerra.
Zonas donde la paz solo puede imponerse a tiros.
Volvieron de tapadillo, sin mas honores que los que les brindaron sus compañeros de armas.
No hubo actos emotivos, reconocimientos públicos, agradecimientos sentidos... solo silencio, un silencio pesado y culpable, una injusta omertá.
En contraste, cuando un asesino sale de la cárcel tras cumplir el diez por ciento de la pena que le impuso el tribunal, al llegar a su pueblo se le recibe en loor de multitudes.
Entre él y los suyos mataron a mas de ochocientos españoles en un genocidio que se cometió, casi íntegramente, cuando en España había democracia.
Genocidas escudados en un odio enfermizo incubado por una sociedad miserable... de izquierdas, por supuesto, marxistas para mas señas.
No hubo en sus acciones nada heroico... eran ratas cobardes que disparaban a la nuca de hombres desarmados o ponían bombas lapa bajo los coches.
Decían estar en una guerra, pero no eran soldados, eran asesinos, simples, miserables y cobardes asesinos que sólo apretaban el gatillo cuando se sabían a salvo.
Cuando los detenía la Guardia Civil se hacían sus necesidades encima... y cantaban la traviatta a capella. No se crean que hacía falta torturarlos.
Estos valientes gudaris reciben hoy el reconocimiento de una parte nauseabundamente grande de nuestra sociedad.
Se blanquean sus crímenes, se falsea la historia, se cambia el relato... y se les recibe como héroes en las pocilgas vascas sin que este exótico Ministro del Interior haga nada al respecto.
Se mira otro lado, se hacen los locos, se amparan bajo esa Libertad de Expresión que todo lo justifica, hablan de democracia, pero piensan en votos, escaños y alianzas de poder.
España les importa un carajo.
Me gustaría vivir en una sociedad que tuviese un poquito mas claro quienes son sus héroes y quienes sus asesinos... y por pedir, que sus políticos fuesen gente decente dispuesta a defender a España.
El daño, en esa parte necrosada de nuestra sociedad, es irreparable... pero deberíamos impedir que la cangrena nos coma.
No podemos evitar que un porcentaje de la sociedad sea basura, pero darle la llave de la gobernabilidad me parece excesivo...
Estamos dando el poder a quien quiere destruirnos.
Somos idiotas... idiotas con Pedro Sánchez a la cabeza.