Acaba el año.
Contemplado desde la perspectiva de la eternidad, el hecho carece de relevancia; pero desde nuestro limitado horizonte, tal fecha como hoy, es un acontecimiento en toda regla.
Hoy es el día adecuado para proponerse - con toda formalidad - una sustancial mejora en nuestro día a día. Es momento oportuno para proponerse lo que los ingleses denominan un "improve" en nuestra existencia... una mejora sustancial, un salto cualitativo, un llegar hasta donde no hemos llegado.
No soy ajeno a ello.
Sé que el pesimismo congénito de mi pluma me hace a veces injusto en mis análisis, que pinto con una paleta de ocres - como hacía mi admirado Sert - lo que tiene mas colores de los que soy capaz de distinguir, y que en ocasiones me alejo de la misericordia que - por haberla recibido de mi Creador - debería otorgar a mis semejantes.
Siento como lo sintieron otros antes que yo, un profundo dolor de España.
Siento que este pueblo al que pertenezco, en el que me he criado, al que amo con todo mi corazón, podría - o mejor dicho - debería, recuperar el orgullo que le hizo dueño del mundo cuando en toda la piel de toro apenas se podían censar quince millones de héroes.
Añoro el tiempo en que dos capitanes de artillería y un alcalde pusieron a una nación en pié... en el que dos sitios de Zaragoza no fueron suficientes, en el que Gerona escribió chorreando sangre una página extraordinaria de nuestra historia... en el que los voluntarios de Prim no quisieron abandonar nuestra bandera... añoro una Patria de la que sentirme orgulloso.
Hoy contemplo un solar arrasado, una sociedad abúlica, corrompida, inane... y se me parte el alma.
Pero llega un año nuevo.
Y como no puede ser de otra manera, deseo lo mejor para España y para los españoles.
Deseo sudor, lagrimas, dignidad y justicia... deseo que endurezcamos nuestros músculos y ablandemos nuestros corazones.
Deseo que - a falta de cabeza - nuestras vísceras nos permitan distinguir lo que nos conviene y lo que no... y que todo redunde en beneficio de España.
Deseo que un día como hoy - dentro de doce meses - pueda plasmar en esta bitácora la alegría que me invade por pertenecer a un pueblo digno de mi sangre.
De la sangre que juré verter por él... y de la que - nadie lo dude - verteré llegado el caso.