En el inclemente verano de Sevilla, en la vega de Carmona, donde los trigales se pierden en la lontananza, se produce la quema de rastrojos.
Segado el cereal, las afiladas cañas son pasto de las llamas para que sus cenizas sirvan de abono a la siguiente cosecha.
Cosas del secano.
En Castilla la Mancha se reproduce este fenómeno en los cambios de gobierno.
El gobierno saliente se deshace a fuego de montones de papeles…
¿Por qué?
Si son, como corresponde, papeles administrativos… ¿A que viene el fuego?
No son, en mi opinión, simples papeles… son pruebas.
Pruebas de una gestión amoral y desvergonzada cuando no delictiva.
No destruyen papeles, destruyen pruebas.
Pruebas que servirían para llevar a más de uno a la cárcel.
Y es un hecho que refleja - con una nitidez aterradora - en que manos estamos.
Necesitamos luz, taquígrafos, regeneración moral y llenar la cárcel de chorizos.
O nos iremos a pique como Estado.