Asuntos familiares de cierta envergadura – a Dios gracias, ninguno grave – me han mantenido alejado de mi bitácora. Durante este tiempo de mutismo involuntario, he podido contemplar boquiabierto como se ponía en marcha una ley (sin que tribunal alguno haga nada al respecto) que va a dejar pequeño el genocidio de Hitler. Y digo el de Hitler, porque para dejar chico al de Stalin tendrían que pasar diez o doce años de aplicación de esta norma… y confío que en un plazo corto de tiempo se reforme esta atrocidad.
Esa ministra que no tiene ni currículo, dice que esta ley es “moderna” y enumera los derechos que se protegen evitando mencionar el que se ataca… así esta ley ampara a la abortante, al abortador, al personal sanitario, a un primo de Burgos y las ballenas grises, pero al eslabón más débil de la vida, el ser humano más inocente que se conoce, no sólo no lo ampara, sino que además lo sentencia.
Hay que hacer la lista de los diputados que han votado positivamente para la aprobación de esta ley… más que nada para saber exactamente sobre las cabezas de quienes va a caer la sangre de los inocentes que mueran a partir de ahora.
La pena de muerte se ha vuelto a instaurar en España, la diferencia es que ahora se aplica sin juicio previo y la ejecución de la sentencia está en manos de cualquier imbécil.