Me diferencio de Garzón en muchas cosas.
La más significativa es que cuando cobro la nómina me doy cuenta de ello… no así como don Baltasar que durante los veinte meses que estuvo haciendo las amérícas, este evento periódico en su cuenta corriente, le pasó desapercibido.
Sucede que en esa época, además, devengaba pingües emolumentos de una universidad y que ambos sueldos eran incompatibles, y por tal despiste fue condenado a pagar la ultrajante suma de trescientos euros en concepto de multa, algo que pudo hacer sin despeinarse pues – sin duda – poseía la citada cantidad y no debía necesitarla para su sostenimiento.
Llegados a este punto podemos afirmar que el despiste le salió a su señoría muy rentable… lo digo por eso de las matemáticas.
A este tipo de comportamientos a la hora de multar, lo llama “corporativismo” el diccionario, y dicho en letras gordas, consiste en aplicar la parte ancha del embudo a mis amiguetes o colegas y la estrecha al resto de seres humanos (los científicamente comprobados, claro).
Los dineros americanos procedían (según se dirime de cierta carta hecha pública), de una solicitud del mentado Baltasar a un conocido banquero que tenía un asuntillo que fue archivado por el juez solicitante a su regreso de los EEUU.
En el diccionario también hay un término que define este comportamiento, y cuando se le puede aplicar a un juez de la AN, lo preceptivo es un retiro prematuro y una investigación por si ese retiro es susceptible de ubicarse en un presidio.
Pero don Baltasar tiene a su favor dos cosas… la primera es que como la Dolores bilbilitana, es amigo de hacer favores (siempre a los mismos, claro) y la segunda es que tiene un ave en un cajón.
El ave en cuestión es del género galliforme y pertenece a la familia Phasianidae, originaria de Asia e importada a Europa con fines cinegéticos… su nombre es “Phasianus colchicus”, pero el vulgo lo conoce como Faisán.
El mentado faisán, si bien no renace de sus cenizas como el mítico Fénix, es capaz de hacer cenizas la carrera política de algún que otro hijo predilecto y llevarse puesto en el proceso a algunos allegados del cejipicudo.
Como las ocas romanas, un ave se convierte así en elemento de defensa, en arma arrojadiza, en espada de Damocles sobre ilustres cabezas y en un episodio más de la forma que tienen estos sinvergüenzas de hacer “política”.
Su posible procesamiento por prevaricación ha levantado una serie de pasiones que harían sonrojar al mismísimo Dodger y al resto de los integrantes de la banda de Fagin.
¿Qué será de Baltasar?
Dado que vivimos en una sociedad donde el “sostenella y no enmendalla” parece estar grabado en la cabecera de la cama de nuestros gobernantes, yo pienso – y espero equivocarme – que tenemos Garzón para rato.
Habrá que estar atento a las monterías.
La más significativa es que cuando cobro la nómina me doy cuenta de ello… no así como don Baltasar que durante los veinte meses que estuvo haciendo las amérícas, este evento periódico en su cuenta corriente, le pasó desapercibido.
Sucede que en esa época, además, devengaba pingües emolumentos de una universidad y que ambos sueldos eran incompatibles, y por tal despiste fue condenado a pagar la ultrajante suma de trescientos euros en concepto de multa, algo que pudo hacer sin despeinarse pues – sin duda – poseía la citada cantidad y no debía necesitarla para su sostenimiento.
Llegados a este punto podemos afirmar que el despiste le salió a su señoría muy rentable… lo digo por eso de las matemáticas.
A este tipo de comportamientos a la hora de multar, lo llama “corporativismo” el diccionario, y dicho en letras gordas, consiste en aplicar la parte ancha del embudo a mis amiguetes o colegas y la estrecha al resto de seres humanos (los científicamente comprobados, claro).
Los dineros americanos procedían (según se dirime de cierta carta hecha pública), de una solicitud del mentado Baltasar a un conocido banquero que tenía un asuntillo que fue archivado por el juez solicitante a su regreso de los EEUU.
En el diccionario también hay un término que define este comportamiento, y cuando se le puede aplicar a un juez de la AN, lo preceptivo es un retiro prematuro y una investigación por si ese retiro es susceptible de ubicarse en un presidio.
Pero don Baltasar tiene a su favor dos cosas… la primera es que como la Dolores bilbilitana, es amigo de hacer favores (siempre a los mismos, claro) y la segunda es que tiene un ave en un cajón.
El ave en cuestión es del género galliforme y pertenece a la familia Phasianidae, originaria de Asia e importada a Europa con fines cinegéticos… su nombre es “Phasianus colchicus”, pero el vulgo lo conoce como Faisán.
El mentado faisán, si bien no renace de sus cenizas como el mítico Fénix, es capaz de hacer cenizas la carrera política de algún que otro hijo predilecto y llevarse puesto en el proceso a algunos allegados del cejipicudo.
Como las ocas romanas, un ave se convierte así en elemento de defensa, en arma arrojadiza, en espada de Damocles sobre ilustres cabezas y en un episodio más de la forma que tienen estos sinvergüenzas de hacer “política”.
Su posible procesamiento por prevaricación ha levantado una serie de pasiones que harían sonrojar al mismísimo Dodger y al resto de los integrantes de la banda de Fagin.
¿Qué será de Baltasar?
Dado que vivimos en una sociedad donde el “sostenella y no enmendalla” parece estar grabado en la cabecera de la cama de nuestros gobernantes, yo pienso – y espero equivocarme – que tenemos Garzón para rato.
Habrá que estar atento a las monterías.