La izquierda en España es genéticamente intolerante.
Se creen, en general, tocados por la divina mano de la verdad absoluta, y por ello - aunque sean unos zopencos – se sienten cualificados para darte lecciones en cuanto bajas la guardia.
Puede ser – todo es posible – que exista gente “de izquierdas” que no sienta la necesidad imperiosa de llamarte al orden cuando dices algo “politicamente incorrecto”, pero yo no conozco a ninguno.
Es una cuestión de superioridad moral... “ellos” son superiores a ti (o al menos eso creen).
No reconocen en sus adversarios políticos el derecho a expresarse en público, a vivir de manera diferente o a abrazar otros principios.
Son una organización mafiosa sin ánimo de lucro, en el común, y con mucho ánimo de lucro en sus dirigentes.
Ocupan su tiempo libre en montar broncas (medio natural de expresión de la zarrapastra) a quien les apetece, pero cuando en un desfile, por ejemplo, el personal le pita a Zapatero ("uno de los nuestros"), se indignan y se rasgan las vestiduras.
Como Herman Tertsch ha criticado la falta de celeridad de Amnistía Internacional por condenar la muerte de Wilman Villar Mendoza (disidente cubano), el arzobispo Sánchez (el "Gran" Wyoming) ha convocado a los fieles de la laica inquisición a montarle una pataleta al periodista en las redes sociales.
Y claro, el obediente rebaño, se la ha montado.
Las Hitlerjugend de la progresía, siempre dispuestas a tocarle las pelotas a cualquier ciudadano (siempre que éste no sea “de los nuestros”) se han despachado a gusto con el “twitter” de Herman Tertsch... haciendo alarde de su refinada educación y su altura intelectual.
Ese aspirante a médico que presenta un programa de contrastado mal gusto denominado “el intermedio”, en el que se practica el progresista deporte de reirse del prójimo, insultarlo y ridicudizarlo sin piedad, es el representante mas caracterizado de los neonazis de la izquierda española.
Y no se crean, hay quien hasta lo considéra gracioso...