Es menester entender que en esta vieja piel de toro hay mucha, mucha gente que nos aborrece.
Hay mucha gente envenenada por el odio de la izquierda que, sin causa justificada, pretenden negarnos lo que exigen para ellos como un derecho.
Sin ir mas lejos, en el debate de "damas", la representante del PSOE justificó los ataques sufridos por una militante de Vox a la que los socios en potencia de Pedro Sánchez propinaron una paliza cuando estaba repartiendo pasquines.
El argumento fue algo así como "os lo habéis buscado".
La democracia en manos de la izquierda es cualquier cosa menos democracia, porque la izquierda no cree, ni ha creído nunca, en la igualdad de los ciudadanos.
En la izquierda no existe el respeto a la opinión ajena ni el derecho a expresarla... eso son cosas burguesas, la revolución exige mano dura.
Este mensaje - desgraciadamente - ha calado en una buena parte de españoles que, a falta de otras satisfacciones, se enrocan en sus odios atávicos para justificar su vacía existencia.
La izquierda, consciente de esta peculiaridad del español, explota al máximo la envidia y la soberbia, que son los pecados capitales que abanderan nuestros defectos como nación.
Son muchos.
Y están organizados.
Y se levantan todos los días con ganas de meternos un puyazo, darnos una lección, afearnos la conducta, reírse de nuestras creencias, etc, etc, etc.
Son así, he conocido a demasiados para negar la percepción.
A Zapatero lo votaron los españoles en dos legislaturas a pesar de que tras la primera de ellas, ya toda España sabía que era un inútil integral y un tonto de capirote... no tenemos remedio.
Así que vaya usted a votar con convicción y sin miedo.
Vote a quien prefiera, vote con la cabeza, con el corazón o con el bolsillo... pero vote.
No creo que podamos echar a Pedro Sánchez hasta que España, nuevamente, esté en la ruina, pero hay que intentarlo.
Por nosotros que no quede... y que sea lo que Dios quiera.