Nos desarrollamos alrededor de una pregunta.
Salimos de la infancia desesperando a nuestras madres con un
permanente “¿Por qué?” en la boca.
Y ahora, cuando mas cualificados estamos para hallar
respuestas, cuando nuestra madurez nos permite leer, cotejar, investigar,
comparar… renunciamos al “por qué”.
Quizá nos hemos hecho al "porque sí" o, simplemente, el ritmo
frenético que nos envuelve nos aleja de la paz necesaria para meditar sobre las
cosas.
Una sociedad utilitaria, inmersa en lo inmediato, no da para
filosofías.
Sin embargo, ante los grandes problemas de nuestra realidad,
deberíamos empezar siempre por el “por qué”.
¿Por qué una sociedad sana, debería negociar con asesinos?
¿Por qué hay que conceder a ETA un trato diferente al que se
concede a cualquier otro criminal?
¿Por qué debemos permitir que un reducido grupo de españoles
decida sobre una parte de España sin contar con el resto?
¿Por qué tenemos que admitir que un feto de tres meses no es
un ser humano?
¿Por qué hay que consentir que las reivindicaciones sociales
terminen en batallas campales, con destrozos e incendios?
¿Por qué tenemos que aceptar que se limite la libertad de
expresión en una universidad?
¿Por qué hay que plegarse a la violencia de los de siempre?
¿Por qué hay que permitir que en un partido de futbol se
ofendan los símbolos de nuestra nación?
¿Por qué tenemos que soportar que los tocapelotas de siempre limiten la libertar
religiosa de los católicos? (y digo católicos porque los musulmanes o los budistas no sufren estos ataques, no porque los excluya de la libertad de culto)
¿Por qué tenemos que aguantar insultos y descalificaciones (ya sabe usted, "facha" y esas cosas) cuando expresamos
nuestras ideas?
¿Por qué nuestros políticos incumplen sus programas electorales
sin despeinarse?
¿Por qué no se exige a los jueces que ejerzan su magisterio
al margen de su ideología política, del mismo modo que se prohibe abrir la boca a un militar aunque sea para salir en defensa de la Constitución (que es "de todos")?
¿Por qué?
¿Qué fuerza sobrenatural nos obliga a asumir estos
despropósitos?
¿De verdad no se puede hacer nada?
Y si empezamos a poner orden en este estercolero… ¿Qué puede
pasar?
Somos cuarenta y siete millones de españoles de los cuales
una quinta parte son menores de edad y alrededor de la decima parte son muy
mayores… descontando a esta población nos quedan treinta y tres millones de
hombres y mujeres capaces de tomar las riendas de su vida.
¿De cuantas personas diría usted que está formado el
conjunto de los tocapelotas, rompecristales, chulos de barraca, amedrentadores
profesionales y descerebrados en ejercicio?
Y si echamos a ese conjunto de indeseables de España, a patadas en el culo,
figuradas o no ¿Perderemos algo?
Pues eso.