El título de esta entrada es un término acuñado por los nazis en Alemania para designar lo que ellos consideraban “vida indigna de ser vivida”.
Se usó profusamente en las políticas de eugenesia y esterilización forzada para la obtención de una raza “genéticamente sana”.
Con el paso del tiempo en este saco que justificaba el asesinato de discapacitados físicos y deficientes mentales, fueron entrando los sujetos a enfermedades hereditarias, los homosexuales, los delincuentes, los religiosos y – ya puestos – los disidentes políticos.
La diferencia con el aborto era que aquí el crimen se cometía sobre el niño (y no tan niño) ya nacido… de ese modo había “seguridad” de que la sociedad se deshacía de una “vida indigna de ser vivida”.
Y ciertamente, el tema tiene su lógica.
Si establecemos que vidas pueden ser vividas y cuales no en base a criterios genéticos, lo que hacían estos “científicos” era bastante sensato.
En España, a día de hoy, la izquierda defiende a capa y espada el “derecho a decidir” de la madre frente al “derecho a vivir” del hijo.
En esta disquisición entran factores genéticos desde el momento que se puede hacer “dignóstico precoz” en el feto… si lo que viene es un “mongolito” se le hace pedazos y asunto liquidado. De hecho los niños con síndrome de down están desapareciendo de nuestra sociedad.
Pero casi siempre, lo que prima en el aborto son condicionantes económicos y sociales… y un ánimo evidente de lucro en los aborteros.
No voy a juzgar a las abortadoras, aunque creo que en la mayoría de los casos el “derecho a decidir” debería ejercerse antes de la concepción, cuando no hay “vidas indignas de ser vividas” (incluso “dignas de ser vividas”) por medio… cada una es cada cual y allá ellas con su conciencia, pero sí que deseo juzgar a una sociedad que asume una “ley de plazos” como algo “normal” y que considera que tratar a la mujer y al nascituri como ganado, es progresista.
En esto nos hemos convertido.
Cuando hablamos de la "filosofía de la muerte", la zarrapastra se rasga las vestiduras... pero - que yo sepa - los que defienden el aborto, la eugenesia y la eutanasia son siempre los mismos: “los progres”.
Que el marxismo no ha tenido nunca el menor respeto por la vida es un hecho dolorosamente constatado sobre los cien millones de muertos que (guerras aparte) hizo esta ideología al mundo en el siglo XX, así que sobre la patología que sufren los seguidores de Carlitos, no voy a hablar, pero sobre la menguante “socialdemocracia” que padecemos si desearía hacer una reflexión.
Porque últimamente, cuando oigo hablar a Elena Valenciano y sus secuaces, me parece estar escuchando a Hermann Goering.