martes, 14 de mayo de 2013

La incógnita a despejar


Ciertos temas han sido sometidos – en los últimos siglos –  a un sinfín de reflexiones.
La vida humana, y el derecho a disponer de ella, ha hecho aflorar ríos de tinta… me cuesta trabajo creer que se pueda decir algo al respecto que no se haya dicho ya.
Me llama poderosamente la atención que en una sociedad tan entregada a la defensa de los “derechos” de los animales, tan “concienciada” con la ecología y el medio ambiente, el nasciturus sea tratado con un desprecio tan oneroso.
También me asombra la falta de coherencia intelectual de aquellos que se oponen radicalmente a la pena de muerte pero defienden el aborto, la eutanasia o la eugenesia… como si tales acciones se aplicasen sobre objetos ajenos al ser humano.
En su temeraria inconsistencia intelectual, los arriba mencionados se manifiestan defensores de las focas, las ballenas, los toros, los perros y los gatos e – incluso – de los embriones de los animales… pero sin embargo, cuando se trata del nasciturus, no saben o no contestan.
Si te manifiestas defensor de la vida humana desde su concepción, te tildan de fascista, carca, retrógado, talibán… y si además dices que te gusta el Arte de Cúchares, apaga y vámonos.
Es asombroso.
Yo, personalmente, aunque durante muchos años me he manifestado defensor de la pena de muerte, tras meditarlo con detenimiento, he cambiado de opinión. Ahora me opongo a ella.
En su lugar defiendo una larga, larga, larga condena que permita al asesino arrepentirse de sus actos. Si en el transcurso de esa condena el asesino puede ir haciendo carreteras secundarias a pico y pala, mejor que mejor… así, al menos, se podría ganar el tan inmerecido sustento que percibe de la sociedad a la que ha atacado con sus crímenes.
Defiendo la vida humana desde su concepción hasta su muerte. ¿Tan raro soy?
Creo que una vaca, un toro, una ballena o un perro de aguas no tienen “derechos” equiparables a los de un ser humano. No los tienen porque, sencillamente, no son objetos de derecho.
Las abortadoras convencidas no defienden el derecho de la madre a “elegir”, defienden el derecho a follar sin cabeza (y perdonen lo recio de la expresión)… y eso, señores, es otra cosa.
Y – por favor - no me vengan con el caso pietoso de la pobre huerfanita… para los casos especiales se hicieron las excepciones.
Para todo lo demás, apliquemos un criterio que defienda al débil… ese ser en proyecto que no debe, en ningún caso, hacerse responsable del comportamiento de sus progenitores.
Señor Gallardón, ¿nos va a decir de una vez lo que piensa hacer?, porque yo, visto el comportamiento de sus compañeros de partido, cada vez tengo mas claro que no va usted a hacer nada.
Y ya huele.