Admito que hoy no me he levantado demasiado optimista, pero – convendrán conmigo – que el panorama no es para estarlo.
Hay una crisis económica, es verdad… pero es la crisis de un millonario.
España está al borde de una ruina económica que quisieran para sí muchos países del mundo.
La lista de países que viven mejor que nosotros es pequeña si la comparamos con los que viven peor.
De hecho, los que viven mejor que nosotros solo viven “un poco” mejor que nosotros, mientras que los que viven peor que nosotros, viven “mucho” peor que nosotros.
Y para llegar a esta conclusión basta con echar un somero vistazo a Hispanoamérica, África, Asia, Oriente Medio, e incluso la misma Europa, donde hay muchos países donde la “clase media” vive en unas condiciones de precariedad que a la mayor parte de nosotros nos parecerían insoportables.
No es la crisis económica lo que me preocupa.
Lo que me preocupa de verdad es la crisis moral, espiritual o ética (elija la que usted prefiera) en la que vive esta sociedad a la que pertenezco.
Es posible que no estemos pasando por la peor de nuestras épocas… pero ésta es la única que conozco de primera mano y la única – por lo tanto – que puedo juzgar con equidad.
Ayer contaba una amiga que su hermana tuvo que cerrar la casa y trasladarse a Madrid a recibir un tratamiento hospitalario que culminó, en unos meses, con su inevitable muerte.
Al ir a desmontar la casa de la difunta se encontraron con que la “asistenta” se había llevado de la casa una serie de cosas.
No eran cosas demasiado caras: una olla exprés, un robot de cocina, una aspiradora… pero dado que no eran suyas, podemos concluir que – simplemente – las había robado aprovechando las circunstancias.
No robó comida, no se apropió de medicamentos… se hizo con artículos de lujo.
Y eso es un “indicador”, un testigo, una muestra inequívoca de que vivimos en una sociedad enferma.
No es que robe un banquero, un político o el yerno del Rey… es que en España roba todo el que puede.
Porque el “estado del bienestar” (responsable en parte de nuestra ruina) se ha basado en políticas generadoras de chorizos, de vagos, de cínicos y de sinvergüenzas.
Se ha subvencionado hasta la nausea a quien no lo merecía… y se ha creado la sensación de que por el mero hecho de nacer español, sin hacer cosa alguna, sin aportar mérito o trabajo, tiene el ciudadano “derecho” a que le paguen los cafés.
Y eso, unido al egoísmo patológico del español, es lo que va a hacer que tardemos un par de lustros más de lo estrictamente necesario en salir de esta crisis.
No hemos vivido “por encima de nuestras posibilidades”, hemos vivido “por encima de nuestro merecimiento”.
Y ahora, acostumbrados a que nos den la comida masticada, resolvemos los conflictos con “escraches”…
Al suprimir el mérito y la honradez de la ecuación del triunfo social nos hemos convertido en una sociedad indigna del bienestar que exigimos.
Hay que regresar a los valores inmutables… no necesitamos centenares leyes, con una decena de mandamientos debería ser suficiente.