Admito que últimamente estoy un poco faltón… mis lectores (escasos pero de una calidad incuestionable) estarán ya aburriéndose de mis exabruptos y mis pataletas, pero deben comprender que este blog de mis entretelas, tiene – entre otras - la finalidad de aportar a mi miserable existencia una válvula de escape.
Poner a caer de un burro a nuestros conciudadanos electos es un ejercicio de relajación y, en cierto modo, de íntima aplicación de justicia… porque una cosa es que nos roben y otra que nos guste.
Por acción de ellos e inacción nuestra, España está tomando una deriva muy poco halagüeña.
Creo que nos estamos disolviendo como Nación y que como Estado ya estamos en las últimas… un país donde las partes deciden por el conjunto, legislando a placer y ejerciendo la tiranía en sus cortijos, no merece el calificativo de Estado.
Es, en mi opinión, necesario en extremo acabar con el poder desmedido de los gobiernos autonómicos. No creo en las “autonomías” porque en España no son sinónimo de descentralización y eficacia, tal como tratan de vendernos, son – y a la vista está – sinónimo de ineficacia y desmembración.
Donde antes robaba uno, ahora roban diecisiete… y como no tienen vergüenza ni educación (en el más amplio sentido de la palabra) no se marcan un decoroso límite para sus fechorías.
Las autonomías en España conforman un Estado sin ley. Los “estatutos”, que ya eran un desastre, se han reinventado para ser peores todavía. Ahora los señores feudales dictan leyes para apropiarse de los ríos y los montes de España. Deciden la lengua en que se debe estudiar y manipulan los contenidos para “reeducar” a sus ciudadanos.
A base de dinero público mantienen a una legión de holgazanes que, en caso de no tener el correspondiente subsidio, serían capaces de desempeñar aquellas tareas que en su momento exigieron la presencia en España de una enorme masa de emigrantes. La política del paro agrícola, el paro no agrícola y el subsidio sistemático, no sólo no genera empleo sino que además arruina a los contribuyentes.
Con Solves y Felipe vimos nuestras pensiones peligrar, con Solves y Zapatero volvemos a estar en las mismas… pero ahora es peor, porque la bonanza ha engordado al rebaño y cuando lo sacas a la intemperie se rebota.
Y todo esto, lo crean o no, viene de esa peste de Constitución que con tanto fervor nos vemos obligados a defender… y que hay que cambiar para sobrevivir a las pirañas autonómicas.
No creo que llegue a ver tal cosa, pero tampoco – en su momento – pude imaginar que el muro de Berlín se vendría abajo.
Quizá Europa ponga orden en nuestra casa y sus leyes puedan aplicarse en nuestro suelo para detener a los tiranos que nos gobiernan… si quieren los masones, claro.
Poner a caer de un burro a nuestros conciudadanos electos es un ejercicio de relajación y, en cierto modo, de íntima aplicación de justicia… porque una cosa es que nos roben y otra que nos guste.
Por acción de ellos e inacción nuestra, España está tomando una deriva muy poco halagüeña.
Creo que nos estamos disolviendo como Nación y que como Estado ya estamos en las últimas… un país donde las partes deciden por el conjunto, legislando a placer y ejerciendo la tiranía en sus cortijos, no merece el calificativo de Estado.
Es, en mi opinión, necesario en extremo acabar con el poder desmedido de los gobiernos autonómicos. No creo en las “autonomías” porque en España no son sinónimo de descentralización y eficacia, tal como tratan de vendernos, son – y a la vista está – sinónimo de ineficacia y desmembración.
Donde antes robaba uno, ahora roban diecisiete… y como no tienen vergüenza ni educación (en el más amplio sentido de la palabra) no se marcan un decoroso límite para sus fechorías.
Las autonomías en España conforman un Estado sin ley. Los “estatutos”, que ya eran un desastre, se han reinventado para ser peores todavía. Ahora los señores feudales dictan leyes para apropiarse de los ríos y los montes de España. Deciden la lengua en que se debe estudiar y manipulan los contenidos para “reeducar” a sus ciudadanos.
A base de dinero público mantienen a una legión de holgazanes que, en caso de no tener el correspondiente subsidio, serían capaces de desempeñar aquellas tareas que en su momento exigieron la presencia en España de una enorme masa de emigrantes. La política del paro agrícola, el paro no agrícola y el subsidio sistemático, no sólo no genera empleo sino que además arruina a los contribuyentes.
Con Solves y Felipe vimos nuestras pensiones peligrar, con Solves y Zapatero volvemos a estar en las mismas… pero ahora es peor, porque la bonanza ha engordado al rebaño y cuando lo sacas a la intemperie se rebota.
Y todo esto, lo crean o no, viene de esa peste de Constitución que con tanto fervor nos vemos obligados a defender… y que hay que cambiar para sobrevivir a las pirañas autonómicas.
No creo que llegue a ver tal cosa, pero tampoco – en su momento – pude imaginar que el muro de Berlín se vendría abajo.
Quizá Europa ponga orden en nuestra casa y sus leyes puedan aplicarse en nuestro suelo para detener a los tiranos que nos gobiernan… si quieren los masones, claro.