Formo parte de una minoría... y no es de ahora, siempre ha sido así.
Desde pequeño he nadado contra una corriente por la que no quería dejarme arrastrar.
Y no ha sido fácil.
En mi adolescencia, ser el bicho raro que tozudamente se negaba a aceptar cosas que los demás suscribían con entusiasmo me granjeó, en mi Barcelona natal, no pocos disgustos.
Con el paso del tiempo fuí haciendo con mi vida lo que pude, intentando siempre mantenerme leal a lo que considero mis principios.
Al madurar empecé a aceptar las cosas con algo más de tolerancia, pero lo que no me gustaba ayer, que se le va a hacer, a dia de hoy sigue sin gustarme. Lo tolero, pero no me gusta. Y lo tolero porque creo firmemente que la base de una convivencia pacífica se cimenta en aceptar que los demás, por el simple hecho de ser diferentes, obran y piensan diferente... y están en su derecho, igual que yo en el mio.
De modo que ya les adelanto que lo que creo que es bueno para España lo comparto con una minoría.
Lo que opino sobre la vida - desde su concepción - lo comparto con una minoría.
La fe que profeso, de facto, la comparto a su vez con una minoría... no porque el numero de bautizados en España constituya una minoría, sino porque los que comparten mis creencias son, dentro de ese grupo, los que llenan las iglesias los domingos... y son muchos, muchos menos, de los que recibieron en su día el sacramento del Bautismo y acaso su primera (y tal vez única) Comunión.
Por amor a mi Patria, he sacrificado algunas cosas y desde que empezó esto que llamamos democracia, he estado tragando amargas ruedas de molino cada vez que emitía mi voto.
No recuerdo ninguna vez que no haya votado una opción que considerase "un mal menor"... por intentar que las cosas mejoraran.
Alguna vez voté con esperanza de que el partido que elegía trasladase algunos de mis principios al comun de la sociedad (no porque sean mis principios, sino porque considero que son buenos para España) pero el tiempo, aún habiendo ganado "los mios", no tardó en enfrentarme a mi minoritaria realidad.
Con el paso del tiempo, votación tras votación, he ido deteriorando la situación que vive España...
No la he deteriorado yo, pero he contribuido, con mi voto, a deteriorarla.
Buena voluntad, "mal menor", voto util... y España cada vez peor, cada vez mas alejada de lo que aspiro para ella.
Por eso he decidido que esto se acabó.
Asumo mi condición de no ser nunca gobernado por alguien que satisfaga mis deseos.
Asumo que por pertenecer a una minoría, mis ideas y mis creencias no se van a ver reflejadas en esta sociedad... y como no puede ser de otra manera, se va a hacer siempre lo que mande esa mayoría con la que rara vez estoy de acuerdo.
De modo que a partir de ahora, cuando tras el recuento de votos constate que se reafirma mi pertenencia a una ignorable minoría, no me voy a disgustar.
Como contrapartida, me sentiré liberado de la responsabilidad de los errores que los españoles, en manos de su elegida clase política, cometan.
Votaré con y por mis convicciones y si sale algo bueno de ello, bien... y si no, al "quemar" mi voto, no habre otorgado poder a quien (traicionando mi confianza), ha llevado a la Nación lo contrario a aquello por lo que le apoyé.
Es asi de simple.
Y si llegado el caso arde España, me acercaré a la pira como los numantinos... serena y conscientemente, con el convencimiento de haber hecho lo correcto.
Votaré a quien me ofrezca lo que quiero para España, no a quien me ofrezca lo que no quiero por muy "util" que sea ese voto.
Se resume en una frase: con mi voto no, gracias.