Hay que ser pragmático en el sentido estricto del término.
Sin ánimo de injuria (no como Willy Toledo cuando dice que ejerce su "libertad de expresión") es preciso reconocer que tenemos una clase política bastante impresentable.
Pero tiene su explicación.
No sé si lo que pienso yo de ellos es aplicable a otros países compuestos por otras sociedades, pero en mi país, en mi sociedad, que un hombre que se dedica a la política tenga una preparación mediocre, está bastante justificado.
Por razón de militancia, de dedicación a la causa, esto sucede más en la izquierda que en la derecha, pero se da también en la derecha... ya saben "la izquierda milita, la derecha dormita".
Pero vamos a centrarnos...
Como la meritocracia fue expulsada de las instituciones hace ya mucho tiempo, la primera razón de que un político profesional sea mediocre es que para ejercer de político, no se exige titulación... da igual que usted sea Registrador de la Propiedad, Abogado del Estado, Notario, Ingeniero o carezca del título de Graduado Escolar, nadie va a exigirle una mínima preparación intelectual para (y aquí viene lo bueno) formar parte de la élite que desarrolla nuestro sistema legal.
Y dado que la preparación intelectual, al igual que la física, exige disciplina, voluntad y sacrificio (cosas que el hombre tiende a asumir sólo si no hay otro remedio), prepararse intelectualmente para ejercer un cargo para el que no te exigen nada, es una pérdida de tiempo.
Otro importante factor a considerar es que en España uno puede ser "político" desde los 18 años hasta los 65... es decir, uno puede pasar toda su vida laboral "ejerciendo" la política.
En realidad es aún peor, pues el que juega bien sus cartas en el ambiente adecuado, puede terminar en el Consejo de Dirección de alguna importante empresa con una cualificación inferior a la que esa misma empresa exigiría a una becaria en periodo de pruebas.
Pero ya sea en Europa, a nivel nacional, autonómico o municipal, un español dedicado a estos menesteres, puede ir saltando de una concejalía a una Diputación, del Senado al Congreso, formar parte de un grupo parlamentario europeo o (en el peor de los casos) ser "asesor" de alguien que - como él - tampoco tiene ni la mas remota idea de lo que se trae entre manos.
Y dado que la remuneración de todos los puestos nombrados en el párrafo precedente es de todo menos exigua, convendrá usted conmigo en que sale bastante a cuenta "dedicarse" a la política en vez de al estudio y la contemplación espiritual.
Y como "dedicarse" a la política implica dedicación, seamos justos, queda poco tiempo para otras cosas.
No me malinterpreten. Sé que hay gente en España que siente la vocación del servicio público, que disfruta con la política y que está bien cualificada, pero como decía al principio, estoy generalizando sin "animus iniuriandi".
Si para obtener un buen empleo, con proyección y bien pagado, no es preciso estudiar... la frecuencia con la que encontraremos políticos que abandonaron sus carreras en segundo curso puede ser abrumadora.
Como derivada de lo expuesto y uniendo esta situación al hecho de que en España la envidia y la soberbia son (con mucho) los pecados capitales mas practicados, y machacar al vecino un deporte mayoritario, no es de extrañar que sus señorías, traten de maquillar sus currículos, ya que con un buen currículo se obstaculiza de forma efectiva la acusación de falta de competencia profesional.
Y ahí entra la corrupción.
Y como la culpa en la corrupción se reparte entre en corruptor y el corrompido, hay que partir de la base de que en el bochornoso tema de los máster no realizados, tesis plagiadas, y títulos inventados, se precisa de la colaboración necesaria de las entidades emisoras de los títulos.
Y sí, puedo entender que Perico de los Palotes, diputado por Cuenca, trate de maquillar su curriculo... lo que no puedo entender - de ninguna manera - es que haya una universidad que se preste a ello.
No voy a rasgarme las vestiduras.
Todo en España es reflejo de la sociedad que nos rodea pues, a la postre, es esa sociedad la que nutre universidades, seminarios, cuarteles, hospitales, bancos, negocios e instituciones...
La solución a estos problemas pasa inexorablemente por sacar a España de la mediocridad... si lo conseguimos, esto se arreglará solo.
Pero, ¿por donde empezamos?