Dicen que un pesimista es un optimista con experiencia.
Yo el ramalazo pesimista lo llevo en mi carga genética, la experiencia tan solo ha podido acentuar lo que en la rama paterna de mi familia es - por así decirlo - marca de fábrica.
Siempre he contemplado a la sacrosanta “transición” como un engaño.
Creo y sostengo que nuestra Constitución es un bodrio infumable y que el “Estado de las Autonomías” es una chapuza derivada de una mentira… la de que en España - debido a una inopinada alineación de los astros - un vasco o un catalán es un ente distinto a un extremeño y - por ende - debe ser tratado de forma distinta desde el punto de vista legal.
Me ciño a la evidencia de que en España los ciudadanos no somos iguales ante la ley, pues dependiendo de la Comunidad Autónoma en la que residas, te son de aplicación unas leyes u otras.
El principio de un hombre, un voto, base fundamental (aunque no única) de una democracia, no se cumple en España desde el momento en que admitimos que se aplique el mismo tratamiento matemático a un partido que se presenta exclusivamente en su Comunidad Autónoma y a un partido que se presenta en toda España… dicho de otro modo, obteniendo los mismos votos, el partido Izquierda Unida obtiene tres diputados y Convergencia y Unión trece. ¿Es de recibo que el mismo millón de votos produzca en un caso tres diputados y en otro trece?
Sorprende también que nuestros próceres estén siempre empeñados en legislar para minorías exóticas, respaldadas por grupos de presión, obviando los problemas que afectan a la mayoría de los ciudadanos. Se destinan fondos a subvencionar actividades lúdicas del lobby rosa, o a rescatar de la ruina a determinados grupos mediáticos - por poner un par de ejemplos - pero no se dota económicamente a la “ley de dependencia”… algo que - cuando menos - resulta moralmente incomprensible.
Tampoco estoy muy contento con la separación de poderes en España… y no sé si mi visión es errónea, pero que poder político moldee a su capricho al poder judicial es, desde siempre, una característica las dictaduras, no algo propio de una democracia.
El “cuarto poder” (delator tradicional de los desmanes de los gobiernos) vive, en España, inmerso en un monopolio… un numero insoportablemente alto de periódicos, radios y televisiones dependen, directamente, de las subvenciones del poder político… la “independencia de los medios” es onerosamente inexistente.
Si a esto unimos la pésima calidad del género humano que se dedica al servicio político, se me antoja que llamar a esto “democracia” empieza a ser un chiste macabro.
La deuda de esta España en “evidente salida de la crisis” supera ya nuestro PIB… y nuestras comunidades autónomas siguen administrando como si no tuviesen que rendir cuentas.
Mariano Rajoy Brey, ese hombre que ha demostrado que lo único que está dispuesto a cumplir es años, ha conseguido que su propio electorado le haga escraches.
Dotado de una mayoría indiscutible, liberado de la necesidad de pacto, puesto por su electorado para rectificar los errores del peor gobierno que ha tenido España desde que empezó esto que llamamos democracia, ha conseguido cabrear a todos los españoles sin excepción… un auténtico artista.
Vislumbro un PP en declive, por no decir en caída libre, siguiendo los pasos de la UCD en una alocada carrera hacia la extinción…
¿Habrá alguien dispuesto a llenar ese vacío?