Cuando en España se habla de intelectuales y de “gente de la cultura”, acaban apareciendo nombres de personas a las que se podría aplicar muchos calificativos menos el de “intelectual” o “culto”.
Yo conozco a algunos intelectuales, a algunos eruditos y a muy poquitos que pueden engalanarse con ambos calificativos.
Supongo que esto es así en todo el mundo, pero en España, un país capaz de votar a Zapatero dos legislaturas seguidas, darse de boca con una mente pensante es todo un acontecimiento.
Para ser erudito basta con amar lo que se estudia, para ser intelectual, además, es preciso sacrificar los prejuicios en el ara de la honestidad.
En España el “intelectual” al uso es un pollo que no sólo lee “el país”, sino que se lo aprende, y recita las malintencionadas sandeces que publica este panfletillo como si fuesen palabra de Dios.
Eso les permite ser feministas y defender la islamización de España, criticar la corrupción pero no a los que la practican (sobre todo si son “uno de los nuestros”), afirmar cosas como que desmembrar España va a ser la forma de unirla, que un ser humano alcanza esta condición cuando cumple tres meses y un día (siempre que no venga con alguna malformación o discapacidad), que una familia se puede formar con cualquier combinación de progenitores, niños y mascotas… y opinar – en definitiva - hoy una cosa y mañana lo contrario con la misma firmeza en sus convicciones.
Y con todo, lo que mas me fastidia de estos farsantes es la autoridad moral con la que se arropan a la hora de censurarte.
De insulto fácil, la descalificación es el único recurso al que se acogen cuando la evidencia los pone contra las cuerdas… y cuando discuten contigo lo hacen con sarcasmo, sabiéndose (ya ve usted) superiores a ti en todas sus facetas.
Sus vidas son un desastre porque al no tener principios a los que aferrarse cuando la vida – cumpliendo estrictamente con su obligación – te hace reptar por este valle de lágrimas, les conduce invariablemente a la solución inmediata y facilona, caiga quien caiga. El orgullo desmedido, el hedonismo y el egoísmo hacen el resto.
Llegados a este punto hay que entender que el sarcasmo y la bilis sea lo único que les quede es sus huecas existencias.
En España la prueba del nueve es mencionar a Franco.
Tu dices que Franco permitió el desarrollo económico de España en un círculo de “intelectuales” y sales volando por la ventana.
Pero lo permitió.
Creó las condiciones para que cualquier desgraciado que durante la idílica Segunda República iba descalzo y desnutrido, terminase con un apartamentito en Castellón o en La Antilla para irse veranear con su propio seiscientos.
Creó una clase media como nunca la había tenido España.
Y se fue al otro barrio con una población penal de 8.440 presos… no los setenta y pico mil que tenemos ahora.
¿Hizo cosas mal?, sin duda… pero también hizo cosas bien y, que yo recuerde, daba al ciudadano bastante menos lata que – por ejemplo - nuestro ministro Montoro.
Y eso es así… por mucho que les fastidie.
Recuerdo haber visto una película en la que un sheriff de pueblo arruina su carrera por ayudar a un fugitivo, y al ser interpelado por los motivos que le indujeron a ayudarlo éste contesta: “Porque decía la verdad. Y cuando oyes decir la verdad, todo lo demás es wisky barato”.
¡Menuda cirrosis nos espera!