Nada hace tan patente la realidad social española como un
viaje de ocho horas en un ferry…
Adquieres un pasaje “en butaca” – que te cuesta un dineral –
y cuando te acomodas ves que alrededor tuyo se sientan una colección de
personajes que (en un país serio) no los dejarían viajar ni en las bodegas.
Manadas de horteras multitatuados que viajan con una
indumentaria que sirve lo mismo de
pijama que de bañador, calzados de chancletas, con el pelo cortado por un
descendiente de los cherokees… o un grupo de “kumbayás” (postadolescentes y
guitarreros) que vienen de hacer un tour en bicicleta por Menorca (lo sé porque la
ropa que llevan es propia de montar en bicicleta, las mochilas indican que no
viajaban de hotel en hotel y el olor que expelen, que tampoco se han molestado
en ducharse antes de subir al barco).
Algunos padres con aspecto de surfero venido a menos y de
no conocer la crema de afeitar, pastorean niños silvestres por los pasillos.
Las criaturas emiten sonidos estridentes o se engalanan con pataletas chillonas
(despertando a todos los que tratan de dormir una breve siesta) sin que los
mentados progenitores A o B se molesten en decirles que se comporten como seres
humanos o, al menos, se los lleven a dar un paseo por cubierta.
Tanto los horteras como los kumbayás comen en el
autoservicio del barco… que tengan aspecto de indigentes no significa que su
poder adquisitivo no sea mayor que el mío.
Soy dolorosamente consciente de que pertenezco a otra
España.
Soy de una España desaparecida en las nieblas de la horterada,
el paletismo, la incultura y la mala educación.
En aquella España que conocí de niño los padres,
independientemente de su extracción social, trataban de educar a sus hijos. He
conocido siendo niño a chatarreros que se enorgullecían de la caligrafía de sus
hijos y de las buenas notas que sacaban en el colegio. Personas que trataban de
ocultar su rudeza mediante modales un poco forzados, pero modales al fin y al
cabo. En la España que conocí el que procedía de la nada era consciente de sus
limitaciones… y trataba de disimular sus carencias.
Hoy de la carencia se hace gala. De la mala educación
bandera. De la condición de patán estandarte… y a los demás, que les vayan
dando.
No tenemos problemas políticos o económicos… no en
comparación con el inmenso problema social con el que nos levantamos de la cama
todos los días.