Cuando media docena de oenejetas
catalanes (que sólo son una pequeña parte de los muchos oenejetas que hay en
España) deciden montarse unas vacaciones por el Sahel y, por haber desoído
todas las recomendaciones habidas y por haber, son secuestrados por jihadistas,
hay que pagar un rescate millonarios y los gastos de repatriación… es lo que se
denomina “solidaridad”, “un deber moral”, etc.
Cuando piratas vascos que van a expoliar las
reservas de pesca somalíes bajo pabellón de conveniencia (que no español) son
secuestrados por una patera de somalíes razonablemente cabreados, hay que pagar
un rescate millonario y enviar aviones de la Fuerza Aérea Española a
repatriarlos… es lo que se denomina “solidaridad”, “un deber moral”, etc.
Cuando periodistas españoles, enviados
por empresas privadas a conseguir entrevistas exclusivas en zonas de guerra,
son secuestrados por jihadistas, hay que pagar rescates millonarios, gastarse
un pastizal en movilizar militares para intentar liberarlos, y – por supuesto –
repatriarlos… es lo que se denomina
“solidaridad”, “un deber moral”, etc.
Si un misionero de San Juan de Dios se
queda a cuidar enfermos de ebola cuando ya se han ido todos los oenejetas
solidarios de la zona, cuando no queda ni rastro de médicos sin fronteras o
ACNUR, cuando los trabajadores del hospital se niegan a atender a los enfermos…
repatriarlo para aplicarle un suero experimental es “un dispendio”.
Desempeñar una labor verdaderamente
humanitaria, rotundamente humanitaria, incuestionablemente humanitaria… sin
enriquecerse o vivir de la subvención (que es lo que hace un porcentaje
vergonzosamente grande de las ONG,s inscritas en chorizolandia) no da derecho –
según nuestra izquierda - a ser tratado como un pirata vasco o un excursionista
“solidario” catalán.
Morir por sus semejantes – aunque sea
decapitado – es algo que entra en el escaso sueldo del misionero.
El padre Pajares, que en paz descanse, y
su equipo de héroes, han dado un ejemplo de humanidad al mundo entero. Han
puesto sobre la mesa una cantidad tal de amor verdadero que cuesta describirlo
sin sentir un pellizco en las entrañas.
Pero para nuestra izquierda repatriar a
un ciudadano de esta categoría, no es un deber, no es un orgullo… es un
“dispendio”.
En cualquier país civilizado esta
cuestión no se habría planteado… sólo se plantea en España porque para nuestra
izquierda el hecho de que el Padre Pajares sea un religioso católico, lo aparta
de la condición de ciudadano.
Para nuestra izquierda sólo se es
ciudadano con derechos cuando se es de izquierdas… y no es de ahora, ha sido
así desde que se acuñaron los términos “bolchevique” y “menchevique”, hace de
esto ya más de un siglo.
Nuestra izquierda está tarada.
Tarada por un odio tan irracional que
cuesta trabajo asociarlo a un sentimiento humano.
Yo no siento compasión por el Padre
Pajares… tengo la certeza que ha ganado – y de que manera – un lugar preferente
entre los justos… yo lo que siento por el Padre Pajares es admiración y
gratitud.
Admiración por haber hecho algo tan
grande como entregar la vida por amor en un lugar tan pequeño, entre los desheredados
de la tierra, y gratitud por demostrarme que todavía quedan hombres capaces de
dar tamaño ejemplo.
No es que haya que repatriarlo, es que
tendríamos que haberlo hecho a hombros.