La sobreactuación es con frecuencia usada como recurso cómico en las películas.
El actor que sobreactúa lleva a su personaje a lo histriónico, y eso, en el contexto de un drama, produce hilaridad.
Para el común de los mortales, sobreactuar no es sencillo. Es mas, lo habitual es que se tienda a evitar la sobreactuación por aquello que llamamos miedo al ridículo, que no es otra cosa que el pudor que nos produce presentarnos ante los demás como la caricatura del ser humano que somos.
Sobreactuar en lo cotidiano, es uno de los métodos mas eficaces para conseguir que te pierdan el respeto... o para dar miedo si el que materializa el esperpento es alguien que posee la capacidad de hacer daño.
En cualquier caso, da igual lo bueno que sea el argumento de una obra, si los actores son malos, si no son capaces de plasmar los personajes con la adecuada profundidad, el fracaso está asegurado.
En política pasa algo parecido.
Al ser actividades que se realizan frente al público, la política y el teatro tienen muchas similitudes, y es por ello que en todo político hay algo de actor, de intérprete de un papel concreto en el contexto de una situación específica.
Como en España, para nuestra desgracia, los partidos políticos han priorizado "el mensaje" sobre "la idea", esta sensación de estar presenciando una mascarada permanente, acompaña a todo votante que aspire a que su comprensión de la realidad exceda del modelo intelectual que nos propone "mujeres y hombres y viceversa".
Y no se si esta priorización ha sido causa o efecto.
No sé hasta que punto la indefinición ideológica de los partidos tradicionales se produce porque el político, como el actor, se debe a su público, o lo que desplaza los afectos del votante es precisamente esta indefinición de los partidos políticos.
Lo que hemos presenciado (y seguimos presenciando) tras las elecciones en Andalucía es - como decía antes - un esperpento digno del mejor teatro del primer tercio del siglo XX.
Habida cuenta el reparto de escaños que salió de las urnas, por la implacable realidad que imponen las matemáticas, para mandar a la oposición a los dueños del cortijo y a sus amigos, era necesario que tres partidos - Cs, PP y Vox - llegasen a un acuerdo.
Este acuerdo a tres era condición "sine qua non"... era eso o unas nuevas elecciones, y como lo de convocar nuevas elecciones no convenía a ninguno de los tres partidos que tenían que pactar, se ha producido el acuerdo de investidura.
De hecho, el único acuerdo que se ha producido, es el de mandar al PSOE y a sus socios a la oposición... no ha habido otro.
Y digo esto porque la realidad que usted y yo hemos presenciado es que Cs y PP han pactado "noventa puntos" sin sentarse con Vox, y PP y Vox han pactado "diecinueve puntos" sin contar con Cs que, de "ninguna manera", quería "negociar un acuerdo" en el que interviniese Vox.
Para mas INRI, apenas se produjo el acuerdo (ese que permitirá a Ciudadanos hacerse con la mitad de las consejerías en Andalucía), el futuro vicepresidente del gobierno andaluz se ha apresurado a declarar que lo que ha firmado el futuro presidente del gobierno andaluz con Vox, no es vinculante... y que no van a hacer ni caso.
Así que un acuerdo, lo que se dice un acuerdo, ustedes me perdonarán, pero yo no lo veo por ninguna parte...
Y ahora viene lo mejor...
En los diecinueve puntos del pacto PP-Vox no entra la supresión de la abominable Ley de Violencia de Género andaluza... era una propuesta de Vox, pero el PP se ha negado a incluirla en el documento, por lo que este punto en concreto no se ha contemplado en ese acuerdo.
Y si la modificación de esta ley en concreto no entra en el pacto entre PP y CS, ni entra en el pacto entre PP y Vox... ¿Porqué están tan molestas las feministas?, ¿Porqué se han puesto en pié de guerra, llamando a rodear el Palacio de San Telmo el día de la investidura?...
La única explicación que se me ocurre es que "el mensaje" difiere del "motivo"... y de ahí la sobreactuación de las "lideresas" de los movimientos feministas.
El mensaje es: "no podemos tolerar un gobierno machista", y el motivo es: "no quiero que me quiten el pesebre".
No les molesta que el nuevo gobierno se haya hecho con la concejalía de "asuntos sociales" (que por cierto va a llevar Cs), les fastidia que cambie de manos la consejería de hacienda.
Porque los "asuntos sociales" - a esta pandilla de farsantes - les importan lo justito... lo que quieren en realidad es pagar la factura de la luz, o mejor dicho: que les paguemos entre todos la factura de la luz.
Lo demás, creanme, es teatro... y con actores muy malos.