Resulta curioso constatar como las utopías siguen dominando el imaginario popular.
Que con dieciocho años uno sea utópico tiene cierta explicación, que eso suceda cuando ya tienes mas de cuarenta, es ridículo.
Si además la utopía pertenece al género criminal, es decir, de las que pretenden implantar modelos sociales que en el siglo XX ya le han costado a la humanidad alrededor de cien millones de muertos, mostrarse partidario de ellas no sólo es un ejercicio de ridiculez, es además una irresponsabilidad.
Y sin ser expresamente utópico, también se puede mantener la actitud del escepticismo correcto… una pose muy en boga por estos lares.
Este escepticismo dirigido por la corrección (política), consiste en asimilar sin proceso digestivo previo una buena parte de las simplezas malintencionadas con la que los populismos modernos quieren dinamitar nuestras sociedades.
De este modo uno se cree sólo las informaciones que se adaptan a esa colección de simplezas de taberna que cimentan el estado de "pureza progresista" que le permite a uno sentirse bueno y digno de la sociedad circundante.
La empatía con el ISLAM es una de ellas.
Yo no voy a decir – Dios me libre – que los musulmanes son malos… de hecho, no puedo decirlo porque mi credo cristiano me obliga a reconocer en todo ser humano un hijo de Dios. Si bien hace unos cuantos siglos, la postura oficial de la iglesia era otra, la evolución del pensamiento cristiano nos ha llevado a una interpretación de la fe basada en la caridad (caritas=amor) y en el reconocimiento del “prójimo” como un igual, no como un enemigo.
No obstante, en el pensamiento popular mayoritario, reflejado en las afirmaciones que hacen muchos de los que dejaron de ir a misa tras su primera (y posiblemente única) comunión, persiste la idea de que aunque “el discurso oficial” de la Iglesia Católica sea este, carece de valor, porque los hechos son otros.
No se aplica este mismo escepticismo al ISLAM donde ni siquiera “el discurso oficial” es ese… donde se habla de “infieles” y de “guerra santa”, donde de ninguna manera, un cristiano es igual a un musulmán… y donde – desgraciadamente – los hechos son de una evidencia incuestionable.
Tampoco se aplica el escepticismo frente al “discurso oficial” de los regímenes marxistas o filomarxistas, donde la implantación de sociedades justas pasa por enterrar en fosas comunes a una importante parte de la población (los “malos”) y encarcelar a otro porcentaje de la misma por “disidencia” con el mentado discurso.
Por supuesto que la intervención del hombre en cualquier agrupamiento social, aporta su dosis de miseria y corrupción… inevitable porque los agrupamientos sociales se hacen con hombres, y en ello la Iglesia no es una excepción.
En favor de la Iglesia diré que además de hacer cosas malas, también hay en su seno gente (bastante si hemos de ser justos) que hacen cosas buenas.
Algunos de sus miembros – por ejemplo - se quedan a bregar con el Évola cuando todos los demás solidarios salen por patas... o se quedan en los hospitales africanos atendiendo al personal mientras llegan los islamistas (musulmanes) de turno para degollarlos a ellos y a sus enfermos que paradójicamente, suelen ser también musulmanes.
Los comedores sociales – con honrosas excepciones – se financian con la famosa “X” que los cristianos (y otros que no lo son) ponen en su declaración de la renta… las “instituciones oficiales” financian poquito y la “izquierda solidaria” en el poder, no sólo no financian sino que – en cuanto pueden – desvían el dinero a otros colectivos cuya acción social se centra mas en la “concienciación” o en "dar visibilidad" que en paliar las necesidades de los desheredados.
No obstante, el rasero con el que se juzga a unos, es muy distinto al que usa para machacar a los otros, y eso es algo que me parece profundamente injusto.
Y en cuanto al “discurso oficial”, es necesario admitir que todos los colectivos tienen “discursos oficiales”… y que lo correcto, es juzgar a los colectivos por sus discursos. Básicamente porque la gente se adhiere a los colectivos en base a esos discursos… y luego interviene – claro está - la miseria humana, pero eso es algo a lo que no escapa colectivo alguno.
A la hora de juzgar la conveniencia o no de que se implanten en nuestro suelo colectivos de corte islámico hay que ir a sus “discursos” y admitir que cuando el “discurso” es perverso el colectivo no debe ser asimilado.
Y todo ello ha de hacerse teniendo en cuenta que, mientras en la Iglesia Católica hay un discurso único, en el mundo islámico hay montones de ellos… tantos como imanes o escuelas coránicas.
Mismo rasero, igual juicio.
Al final, como siempre, topamos con un problema de honestidad intelectual… algo que el pueblo español perdió hace mucho tiempo.