Dedicados a ese deporte nacional de llorar sobre la leche derramada, nuestros políticos empiezan (algunos) a darse cuenta de que transferir a las Comunidades Autónomas las competencias en materia de educación fue un inmenso error.
Algo parecido sucede con Sanidad, Orden Público, Justicia y otras cosas que – por innecesarias – sólo han reportado un incremento desmesurado en el gasto público, una patente descoordinación entre administraciones y una ineficiencia más que onerosa.
Además, el “Estado de las Autonomías”, ha materializado el hecho aterrador de que los ciudadanos en España no están sujetos a las mismas leyes… todo depende del lugar en que se encuentren en cada momento.
Quizá piense el amable lector que estoy exagerando, pero si bien en lo grueso tenemos leyes comunes, en lo menudo (y no tan menudo) no sucede así.
Las diferencias en materia fiscal, tasas e impuestos, son aterradoras (impuesto de sucesiones, tasas ecológicas…) y son directamente proporcionales a las necesidades de “trincar” de las Taifas.
Si deseo recibir educación pública (eso que pagamos todos los españoles) en Cataluña puedo, únicamente, recibirla en catalán, lengua que habla, seamos sensatos, un porcentaje ridículo de la humanidad… si quiero acceder a la que ya es segunda o tercera lengua mundial, tengo que pagarlo de mi bolsillo.
En Cataluña las horas de enseñanza en Español (no hablo de enseñar “el Español”, hablo de enseñar matemáticas en español) son un atentado a la lengua catalana, pero las que se dan en inglés, francés o alemán, no… sorprendente.
En manos de sinvergüenzas que pastorean rebaños de descerebrados, lo que antaño fue una Nación ha vuelto a convertirse en un rompecabezas.
Es nuestra genética.
Con frecuencia pienso que en España no podemos aplicarnos una democracia, porque el español, en si mismo, es un ser profundamente antidemocrático.
Echando un vistazo atrás – con un poco de honestidad – se puede constatar que los grandes proyectos nacionales en infraestructuras se han podido hacer en España únicamente cuando al españolito medio no le han dejado decidir.
En el siglo pasado, los logros de Primo de Rivera (padre) y de Francisco Franco en materia de desarrollo son apabullantes por mas que les pese a aquellos cuyo sectarismo les impide reconocer su propia mano aunque se la pongan delante de las narices.
Porque la paz y el orden – sobre todo en España - son los motores del progreso.
Hoy podemos contemplar atónitos que, cuando un representante del Estado se salta la ley y lo citan a declarar por ello, va con todo un circo a sus espaldas. A su vera, una masa de objetores de la ley (vulgo delincuentes) campea por la piel de toro con la aquiescencia de quienes juraron “cumplir y hacer cumplir”.
El criminal no reconoce el delito, el juez se lo consiente y el Estado no lo castiga…
Si quien debe hacer cumplir la ley y dispone de los mecanismos adecuados no lo hace… ¿Quién va a hacerlo?
La cobardía dinamita las democracias… y – en España - conduce inexorablemente a situaciones que ya hemos vivido anteriormente.
Y maldita la gracia que hace.
Y maldita la gracia que hace.