Hoy podía haberme quedado en casa, salir a tomar un aperitivo, leer el periódico en la terraza de mi bar favorito, hacer – básicamente – lo que le pide el cuerpo a este roedor una mañana otoñal… pero he cogido el portante y me he ido a una manifestación.
Era una de esas manifestaciones que pasan desapercibidas a nuestros responsables políticos… una de esas “movidas” que, como no van acompañadas de disturbios, quema de mobiliario urbano y cabezas abiertas, pasan sin pena ni gloria.
He ido a sabiendas que la reivindicación de la marcha no sería atendida por esta cosa que hace como que gobierna… pero he ido.
No éramos muchos, quizá un centenar de miles siendo optimista, pero si hubiésemos sido tres millones, seamos realistas, tampoco nos habrían hecho caso.
Hemos pedido al PP que cumpla su programa electoral y que detenga el genocidio que propicia la ley mas abyecta que ha firmado jamás el Parlamento.
Y sé a ciencia cierta que no van a hacer nada.
Porque para hacer algo al respecto, hay que estar dotado de una cosa que se llama conciencia y de eso, de honestidad y de vergüenza, nuestra clase política – a la vista está - anda un poco escasa.
Hoy me he sentido como si estuviese reivindicando que la Tierra gira alrededor del Sol o que los objetos se caen al suelo por efecto de la gravedad… reivindicaba que un hombre lo es desde su concepción, que ese paquetito de células que crece en el seno materno no es un tumor, es un ser humano único y diferente a todos los demás… y que trocearlo es – simple y llanamente – un homicidio.
No formo parte de una multitud… pero no me importa.
Aunque media España se manifieste para negar el Principio de Arquímedes, este seguirá siendo verdad.