miércoles, 24 de septiembre de 2014

La ley de darwin

Dicen que un pesimista es un optimista con experiencia.
Yo el ramalazo pesimista lo llevo en mi carga genética, la experiencia tan solo ha podido acentuar lo que en la rama paterna de mi familia es - por así decirlo - marca de fábrica.
Siempre he contemplado a la sacrosanta “transición” como un engaño.
Creo y sostengo que nuestra Constitución es un bodrio infumable y que el “Estado de las Autonomías” es una chapuza derivada de una mentira… la de que en España - debido a una inopinada alineación de los astros - un vasco o un catalán es un ente distinto a un extremeño y - por ende - debe ser tratado de forma distinta desde el punto de vista legal.
Me ciño a la evidencia de que en España los ciudadanos no somos iguales ante la ley, pues dependiendo de la Comunidad Autónoma en la que residas, te son de aplicación unas leyes u otras.
El principio de un hombre, un voto, base fundamental (aunque no única) de una democracia, no se cumple en España desde el momento en que admitimos que se aplique el mismo tratamiento matemático a un partido que se presenta exclusivamente en su Comunidad Autónoma y a un partido que se presenta en toda España… dicho de otro modo, obteniendo los mismos votos, el partido Izquierda Unida obtiene tres diputados y Convergencia y Unión trece. ¿Es de recibo que el mismo millón de votos produzca en un caso tres diputados y en otro trece?
Sorprende también que nuestros próceres estén siempre empeñados en legislar para minorías exóticas, respaldadas por grupos de presión, obviando los problemas que afectan a la mayoría de los ciudadanos. Se destinan fondos a subvencionar actividades lúdicas del lobby rosa, o a rescatar de la ruina a determinados grupos mediáticos  - por poner un par de ejemplos - pero no se dota económicamente a la “ley de dependencia”…  algo que - cuando menos - resulta moralmente incomprensible.
Tampoco estoy muy contento con la separación de poderes en España… y no sé si mi visión es errónea, pero que poder político moldee a su capricho al poder judicial es, desde siempre, una característica las dictaduras, no algo propio de una democracia.
El “cuarto poder” (delator tradicional de los desmanes de los gobiernos) vive, en España, inmerso en un monopolio… un numero insoportablemente alto de periódicos, radios y televisiones dependen, directamente, de las subvenciones del poder político… la “independencia de los medios” es onerosamente inexistente.
Si a esto unimos la pésima calidad del género humano que se dedica al servicio político, se me antoja que llamar a esto “democracia” empieza a ser un chiste macabro.
La deuda de esta España en “evidente salida de la crisis” supera ya nuestro PIB… y nuestras comunidades autónomas siguen administrando como si no tuviesen que rendir cuentas.
Mariano Rajoy Brey, ese hombre que ha demostrado que lo único que está dispuesto a cumplir es años, ha conseguido que su propio electorado le haga escraches.
Dotado de una mayoría indiscutible, liberado de la necesidad de pacto, puesto por su electorado para rectificar los errores del peor gobierno que ha tenido España desde que empezó esto que llamamos democracia, ha conseguido cabrear a todos los españoles sin excepción… un auténtico artista.
Vislumbro un PP en declive, por no decir en caída libre, siguiendo los pasos de la UCD en una alocada carrera hacia la extinción…
¿Habrá alguien dispuesto a llenar ese vacío?

martes, 23 de septiembre de 2014

El dilema de la urna

La próxima vez que me citen a las urnas no sé a quien voy a votar… sin embargo, no todo está perdido, porque - al menos - si  tengo claro a quien NO voy a votar.
No voy a votar a un partido político que negocie con ETA, que me machaque a impuestos, que defienda esta espantosa ley del aborto que tenemos en vigor, que sucumba a las imposiciones de nacionalistas o del lobby rosa, que no esté por la labor de conseguir la separación de poderes, que mantenga en sus filas a personas imputadas en delitos de prevaricación, robo, estafa… que carezca de principios ideológicos, que reparta dinero entre los amiguetes y que incumpla su programa electoral sin que exista una necesidad evidente.
No voy a votar a un partido cuyos representantes me dicen que van a hacer una cosa para poco después hacer lo contrario… estoy cansado de que me mientan, de que me tomen por tonto.
No voy a votar a un partido que subvenciona medios de comunicación que atacan a mis creencias religiosas siempre que pueden.
No voy a votar a partidos para los que la defensa de la unidad de España es un tema “político”, para quienes el “modelo de estado” está por encima de la existencia de la Patria.

El lector de este blog ya se habrá dado cuenta de que estoy describiendo al PP.

Estoy describiendo a un partido al que he entregado utilitariamente mi voto en atención a aquello de que venía el lobo.
Ahora, voy a dejar que a este partido lo voten otros ciudadanos que no sean de mi parecer, que tengan el gañote mas ancho que yo, o que carezcan de mi sensibilidad política.
Soy plenamente consciente de lo agotadora que va a ser la misión de encontrar en España un partido político dispuesto a presentarse a unas elecciones defendiendo lo que - tozudamente - creo que hay que defender.
También sé que - en el caso de encontrarlo - este partido no superará el rodillo de la ley d´hondt, pero, al menos, habré emitido un voto de conciencia.

¿Vendrá el lobo a comerse a las ovejas?

Yo creo que sí… al fin y al cabo, el lobo está ahí fuera y tiene la férrea voluntad de zamparse un par de corderitos… el problema - tal y como están las cosas - es decidir si estoy dispuesto a votar a un pastor que, en cuanto aparezca el lobo, le abrirá la puerta del redil.
Y si el pastor va a hacer la política del lobo… ¿Por qué voy a darle mi voto?

lunes, 15 de septiembre de 2014

Una encuesta

El Instituto Español de Estudios Estadísticos ha realizado una encuesta acerca de la “identidad” de los españoles.
La encuesta, por si desea usted verla, está en este enlace.
En ella se refleja que tres de cada cuatro ciudadanos se siente muy orgulloso o bastante orgulloso de ser español.
Preguntados por comunidades autónomas los que se sienten sólo españoles o españoles y de su Comunidad Autónoma (aragonés y español, asturiano y español…) supera el 70% excepto en: Canarias, Cataluña, Navarra y Vascongadas.
En estas regiones “no se sienten españoles” los siguientes porcentajes:
  • Canarias: 22,5%, 
  • Cataluña: 39,8%, 
  • Navarra: 52,9% y 
  • Vascongadas: 44,1%. 
Admito que los porcentajes de Navarra y las Vascongadas me sorprenden un poco… aunque siempre hay que tener en cuenta que la muestra es la que define la estadística, y si ésta no es muy grande puede salir algún que otro tiro suelto.
Podemos decir que la encuesta - hasta ahora - responde bastante bien a la realidad.
Sin embargo, las siguientes preguntas y sus respectivos porcentajes si que me han llamado la atención… mas que nada porque supongo que las preguntas se las han hecho a las mismas personas.

A saber.

Pregunta: ¿Aparte de tu famiia, arriesgarías tu vida por algo? 
  • Si: 47,2% 
  • No: 47,1% 
  • No sabe, no contesta: 5,7% 
Otra más.

Pregunta: ¿Participarías voluntariamente en la defensa del país?
  • Si, con toda seguridad: 16,3 % 
  • Probablemente: 22,4% 
  • Probablemente no: 15,7% 
  • No, con toda seguridad: 39,6% 
De todos los resultados, los que más me chocan son los derivados de la respuesta a la última pregunta.
No me sorprende en absoluto que en esta cosa que hemos creado, uno de cada dos ciudadanos tenga la certeza de que NO arriesgaría su vida por nada (aparte de su familia), pero si de ese 50% (redondeando groseramente) que declara estar dispuesto a arriesgar la vida por “algo”, solo la tercera parte afirma que ese “algo” es su Patria, la conclusión es que España está irremisiblemente perdida.
Y veo – además - una enorme contradicción en el hecho de que alguien se sienta “muy orgulloso o bastante orgulloso de ser español”, pero no este dispuesto a arriesgar su vida en la defensa de esa España de la que se siente tan orgulloso, si llega el caso… y me hace pensar que el orgullo o bastante orgullo que siente el encuestado por ser español, está directa y exclusivamente relacionado con la selección española de fútbol o los triunfos de Rafa Nadal.
Al final, si hacemos caso a esta encuesta, la conclusión es que los que estamos dispuestos a entregar hasta la última gota de nuestra sangre por defender a España, somos profundamente idiotas, ya que “participar voluntariamente en la defensa del país” es algo que – claramente - los españoles no desean.
El resultado de esta encuesta lanza un mensaje rotundo: “Al-Ándalus” no sólo es posible, sino que – además – es altamente probable.
Y yo me pregunto: cuando el ISIS entre en sus barrios degollando a sus vecinos y violando a sus mujeres y a sus hijas ¿Llamarán al 112?.
Y una última pregunta: ¿Alguien me sabría decir que hay que hacer para adquirir la nacionalidad portuguesa?

domingo, 14 de septiembre de 2014

Equidistancia, justicia y miseria

Que en “el término medio” está la virtud, es una máxima incuestionable.
Pero esta máxima no es de aplicación a los principios.
Pongo un ejemplo.
Entre amar a tu prójimo y odiarlo, no hay un término medio que describa virtud alguna.
En este caso la virtud está – evidentemente – asociada al amor por el semejante… otra cosa es la capacidad de cada cual para engalanarse con esta virtud, pero la virtud está donde está.
En todo crimen hay un criminal y una víctima… posicionarse en un punto de equidistancia entre el asesino y el asesinado no es una virtud, es una vileza.
Justificar el delito cuando lo cometen aquellos con quien simpatizamos, mientras se señala con gesto jupiterino a quien – entre nuestros enemigos – comete el mismo delito, es un signo inequívoco de miseria moral.
Y en eso estamos.
Cada vez que leo una ristra de comentarios al pié de cualquier publicación, aunque sea moderada, aparece el “equidistante” a darnos lecciones, predicando una moralina que no reconoce principios.
Con la frase “todos son iguales” zanjan cualquier controversia… en su afán por mantenerse en la equidistancia, se sumergen en el barro de la vileza.
Surge especialmente la equidistancia cuando se habla de la violencia ("Toda violencia es deplorable, la ejerza quien la ejerza") y, miren por donde, no estoy de acuerdo.
La violencia, en mi opinión, no es buena ni es mala.
La violencia es mala cuando se ejerce contra el inocente, pero es buena cuando se ejerce contra el criminal, cuando se ejerce para proteger al inocente.
Ese es el principio que no admite equidistancia.
Y por eso las sociedades civilizadas se construyen alrededor de leyes justas que, al fin y al cabo, son las que definen el uso "bueno" de la violencia.
Digo leyes justas, porque – con frecuencia – se promulgan leyes que no lo son…
¿Cómo saber si una ley es justa?, yo lo tengo bastante claro.
Una ley es justa cuando no perjudica a un inocente, cuando encaja sin distorsión torticera en la estructura legal que heredamos de Roma, cuando protegen un derecho sin vulnerar otro.
Una ley justa sobrevive al paso del tiempo porque es, simplemente, incuestionable.
Cuando una ley atenta contra el derecho a expresarse, a la propiedad privada, a la práctica de una religión (siempre que ésta no conlleve degollamiento de infieles), o a la vida misma, es una ley injusta.
Y cuando se dictan leyes injustas para poder ejercer una violencia injusta, se vive en una sociedad injusta... y cuando la injusticia es aceptada por el colectivo, se vive – además - en una sociedad enferma.
Imponer que se rotule tu negocio en una lengua concreta, usando la violencia administrativa de una sanción económica, es una injusticia… y el que apoya semejante ley, un miserable.
Impedir por fuerza de ley que se enseñe español en las escuelas, estableciendo un número máximo de horas (muy bajo, por cierto) aplicable a esta formación, cuando es precisamente el español la lengua que utilizamos todos los españoles para entendernos es, además de una soberbia estupidez, una flagrante injusticia. Y el que apoya semejante ley, es un miserable.
Los sucesivos gobiernos de Cataluña, apelando a la inexistente necesidad de proteger una lengua que jamás ha estado en peligro de extinción, han desarrollado leyes injustas… y quienes debían impedirlo, reos de nuestro sistema electoral, han prevaricado permitiendo que se impongan.
No cabe la equidistancia. No hay un término medio que acoja una virtud.
No poder rotular tu negocio en el idioma que prefieras y no poder elegir en que lengua se van a educar tus hijos nos pone frente a un problema de libertad.
Y espero que un día, a quienes han emitido, permitido o apoyado estas leyes vergonzosas, la Patria (aun no se de que modo) se lo demande.

Catalanofobia

A los catalanes que han sucumbido al agit-prop del nazismo imperante en esa bella región de España les altera mucho que les lleven la contraria o que se metan con los iconos oficiales del Reich Catalán.
Así, llamar gilipollas a “Pep” Guardiola es, para esta especie tan numerosa de engañados, un acto de catalanofobia.
Ellos pueden, en público, llamarte inculto, facha, invasor, ladrón y otras lindezas de diverso calibre… pero tu no puedes decir de ellos absolutamente nada, porque eso te convierte en catalanófobo.
Lo mejor de todo es que el que te acusa de catalanofobia ha nacido – por ejemplo – en Almería, aunque se haya criado en la misma Barcelona en la que nací y me crié yo, se crió mi padre, y vivió mi abuelo que – por cierto – nació en Gerona.
Han sido muchos, muchos años de aguantar sus estupideces, su victimismo, su hipocresía… y al final, como tantos otros catalanes, he dejado la “dolça Catalunya, patria del meu cor” en un exilio voluntario.
Un exilio en busca de oxigeno, de libertad, de paz…
Varios miembros de mi familia han seguido viviendo en Cataluña.
Mis hermanas casaron con catalanes y han vivido siempre en Barcelona… sus hijos han sufrido la opresión asfixiante que padecen los que siendo catalanes no se doblegan a las mentiras de los neonazis de las banderas “esteladas” (“nosaltres sols”).
Una opresión latente, callada, omnipresente y – por supuesto - negada por el colectivo.
Una asfixia de pequeños gestos, de malas caras, de respuestas impertinentes, de decepciones y traiciones de aquellos a quienes creías amigos, de silencio cobarde… de hacerse perdonar el apellido con ostentosas muestras de fidelidad a la causa.
Ellos lo niegan, claro está, pero es así… y yo lo sé porque lo he vivido.
Razonar con un catalán que ha nacido en Almería es imposible… porque cuando llegaron a esta tierra de promisión les contaron que el catalán era superior al español, una raza excelsa, un colectivo al que es un honor pertenecer… y se lo creyeron.
De modo que, para ellos, un paquistaní con una estelada en las manos, es mas catalán que el abajo firmante… están locos.
He tenido que escuchar a lo largo de mi vida estupideces del estilo de que Franco llenó de andaluces Cataluña para fastidiar a los catalanes, que un catalán se parece mas a un sueco que a un señor de Burgos, que el resto de España vive – exclusivamente – del trabajo de los catalanes… y que los que no son de pura cepa, de pata negra, se denominan “charnegos”.
A mi mujer le espetó una gilipollas de buena familia que si venía a veranear a Cataluña, su obligación era aprender catalán.
Y de estas, señores míos, hay para llenar la diagonal.
También hay catalanes sensatos.
Son muchos, no se crean.
Pero no se les oye porque como tienen que dar de comer a sus hijos, se ven en la necesidad de no hacerse notar… no sea que les manden unos trabucaires de Cardedeu a hacerles un escrache.
En su delirante estupidez, los partidarios del trabuco, acusan a los que afean su conducta de “separadores”.
Hay “separatistas” y “separadores” dice el slogan.
Pero no es verdad.
Separador es el que quiere la separación y, que yo sepa, eso es patrimonio exclusivo de los separatistas.
No he conocido nunca a ningún “separador”… he conocido a gente harta de que le acusen de ser un ladrón (“Espanya ens roba”), de que se use el dinero de sus impuestos para hacer campaña contra España y los españoles, de que se haga boicot a los productos "de fora" (lease españoles), de que se le responsabilice de los problemas económicos de esa Cataluña llena hasta la bola de sinvergüenzas que – arropados en la “senyera” – han hecho el agosto para tres generaciones.
Quiero a Cataluña.
Cataluña es mi infancia, mi adolescencia y mi juventud, mi primer colegio, mi primera novia… en Cataluña aprendí a rezar.
¿Cómo no voy a querer a Cataluña?
Pero no concibo Cataluña sin España, no la entiendo como otra cosa que una parte indiscutible de España, de algo unido al destino de España desde que el Reino de Aragón se unió al de Castilla... pretender que Cataluña era un ente ajeno a esta realidad es mentir con toda la boca.
Para los nazis de la “estelada”, esos que se uniforman con camisetas de colores para desfilar por la diagonal, yo soy un catalanófobo.
Llevan treinta años machacándonos con sus mentiras y su victimismo hipócrita… y la culpa de sus males la tengo yo.
Como decía el cartagenero: ¡manda huevos!

viernes, 12 de septiembre de 2014

El daño está hecho

Es preciso rendirse a la evidencia.
Ninguna sociedad puede sobrevivir a treinta años de manipulación política sin pagar un precio.
Y el precio, en estos casos, es siempre el mismo: fraccionamiento, violencia y casi siempre, sangre.
El siglo XX está cuajado de ejemplos, pero como nuestra sociedad dejó de estudiar historia hace mucho tiempo, este conocimiento yace en el más incomprensible de los olvidos.
Hemos hecho una sociedad utilitaria en el que un abogado, con saber derecho, tiene suficiente.
Quitando su específica parcela de conocimiento, lo único que se le exige, es que maneje un ordenador, un teléfono móvil mas o menos complejo, y que tenga carnet de conducir.
Y claro… ¡así nos luce el pelo!.
Que un video de “youtube” muestre a un señor diciendo que los Tartesios eran oriundos de Tortosa, o que Americo Vespucio se apellidaba – en realidad – Despuig… en un monólogo tan hilarante como delirante, no revestiría la menor importancia si no fuese porque el cómico forma parte activa de los desarrolladores de la “nova” historia de Cataluña.
Una “nova” historia que pasará a las aulas en cuanto puedan ponerla en blanco sobre negro… una “nova” historia que es, al cabo, una interminable lista de agravios que los habitantes de Badajoz, Archidona o Torrelodones han perpetrado sobre el pueblo catalán.
Y no es poco lo que esto significa, porque nada como tu historia, la historia de tu propio pueblo, la que han vivido tus padres, abuelos y bisabuelos, moldea el sentimiento de los hombres.
Los nazis del catalanismo practicante lo saben y lo aplican... y llevan aplicándolo treinta años, a todo trapo, con todo tipo de recursos y gastando "los dineros" como si no hubiese un mañana.
El resultado está a la vista.
Y lo mas gracioso de todo es que apoyan la secesión alegando que no quieren pertenecer a una sociedad (la española) tan “corrupta”… que quieren llevar a cabo la “regeneración política” sin verse lastrados por vicios foráneos.
La Cataluña de los Pujol, de los Mas y los Millet dando lecciones de honestidad.
Que las aguas vuelvan a su cauce en Cataluña va a llevar tres o cuatro generaciones.
Eso, si vuelven a su cauce, porque la deriva que está tomando todo esto va por otros derroteros.
¡Y maldita la gracia que me hace!

viernes, 5 de septiembre de 2014

Intelecto a la española

Cuando en España se habla de intelectuales y de “gente de la cultura”, acaban apareciendo nombres de personas a las que se podría aplicar muchos calificativos menos el de “intelectual” o “culto”.
Yo conozco a algunos intelectuales, a algunos eruditos y a muy poquitos que pueden engalanarse con ambos calificativos.
Supongo que esto es así en todo el mundo, pero en España, un país capaz de votar a Zapatero dos legislaturas seguidas, darse de boca con una mente pensante es todo un acontecimiento.
Para ser erudito basta con amar lo que se estudia, para ser intelectual, además, es preciso sacrificar los prejuicios en el ara de la honestidad.
En España el “intelectual” al uso es un pollo que no sólo lee “el país”, sino que se lo aprende, y recita las malintencionadas sandeces que publica este panfletillo como si fuesen palabra de Dios.
Eso les permite ser feministas y defender la islamización de España, criticar la corrupción pero no a los que la practican (sobre todo si son “uno de los nuestros”), afirmar cosas como que desmembrar España va a ser la forma de unirla, que un ser humano alcanza esta condición cuando cumple tres meses y un día (siempre que no venga con alguna malformación o discapacidad), que una familia se puede formar con cualquier combinación de progenitores, niños y mascotas… y opinar – en definitiva - hoy una cosa y mañana lo contrario con la misma firmeza en sus convicciones.
Y con todo, lo que mas me fastidia de estos farsantes es la autoridad moral con la que se arropan a la hora de censurarte.
De insulto fácil, la descalificación es el único recurso al que se acogen cuando la evidencia los pone contra las cuerdas… y cuando discuten contigo lo hacen con sarcasmo, sabiéndose (ya ve usted) superiores a ti en todas sus facetas.
Sus vidas son un desastre porque al no tener principios a los que aferrarse cuando la vida – cumpliendo estrictamente con su obligación – te hace reptar por este valle de lágrimas, les conduce invariablemente a la solución inmediata y facilona, caiga quien caiga. El orgullo desmedido, el hedonismo y el egoísmo hacen el resto.
Llegados a este punto hay que entender que el sarcasmo y la bilis sea lo único que les quede es sus huecas existencias.
En España la prueba del nueve es mencionar a Franco. Tu dices que Franco permitió el desarrollo económico de España en un círculo de “intelectuales” y sales volando por la ventana.
Pero lo permitió.
Creó las condiciones para que cualquier desgraciado que durante la idílica Segunda República iba descalzo y desnutrido, terminase con un apartamentito en Castellón o en La Antilla para irse veranear con su propio seiscientos.
Creó una clase media como nunca la había tenido España.
Y se fue al otro barrio con una población penal de 8.440 presos… no los setenta y pico mil que tenemos ahora.
¿Hizo cosas mal?, sin duda… pero también hizo cosas bien y, que yo recuerde, daba al ciudadano bastante menos lata que – por ejemplo - nuestro ministro Montoro.
Y eso es así… por mucho que les fastidie.
Recuerdo haber visto una película en la que un sheriff de pueblo arruina su carrera por ayudar a un fugitivo, y al ser interpelado por los motivos que le indujeron a ayudarlo éste contesta: “Porque decía la verdad. Y cuando oyes decir la verdad, todo lo demás es wisky barato”.
¡Menuda cirrosis nos espera!