Las virtudes son patrimonio del hombre
Esto es – a todas luces – una solemne perogrullada, pero los
que vivimos en el cieno de una sociedad cuadrúpeda, nos vemos con frecuencia
obligados a defender la evidencia.
Como patrimonio que son del hombre, su presencia en la
sociedad es un bien deseable.
Las virtudes que hacen grandes a los pueblos, hacen grandes
a sus gremios, a su clase política, a su ejército…
La lectura inversa de esta afirmación nos lleva a considerar
que las virtudes que hacen grandes a los ejércitos, como dijo Montanelli, hacen
grandes también a los pueblos.
Lo enmarcaba Montanelli en la Roma de los civites, esos
ciudadanos que tenían a gala servir en las Legiones, pero no puedo estar mas de
acuerdo con esta afirmación de lo que estoy ahora.
¿De qué virtudes me está usted hablando? (dirá el paciente
lector), pues muy sencillo, del honor, la integridad moral, el sacrificio, la
disciplina, el amor a la Patria, la capacidad de sufrimiento, el propósito de
entregar – llegado el caso - la vida por el pueblo al que sirves… no son
virtudes militares, son virtudes humanas, sociales, universales… pero en las
Fuerzas Armadas de todos los países del mundo, se les rinde culto.
Como forman parte del ser humano, las virtudes son
atemporales.
Cambian los tiempos y las costumbres, pero la integridad de
un hombre, la honestidad y honorabilidad, el amor a la verdad, la disposición
al sacrificio personal en aras de bien común, el deseo de justicia, y tantas
otras virtudes, sobreviven al paso de las generaciones.
Los hombres de bien las transmiten a sus hijos con la
esperanza de que éstos pasen por la vida respetando a los demás, pero sobre
todo, respetándose a si mismos.
Encender la radio, ver la tele, leer el periódico, ser – en
definitiva – consciente del estercolero que hemos construido, es un acto que me
produce un inmenso dolor.
Somos una sociedad sin valores, una sociedad abandonada a la
desidia… carne de conquista por cualquiera que esté dispuesto a patear nuestos
cadáveres.
El empeño en deshacerse de cualquier simbología que
represente estos valores, de desposeer a nuestros ejércitos de estas virtudes,
de obtener un cuerpo de oficiales que contemple esta religión de hombres
honrados como un pasto sobre el que medrar, pone de manifiesto hasta que punto
estamos dispuestos a avergonzarnos de nuestra propia humanidad.
Somos nuestro propio enemigo, un rebaño silente dispuesto a
creer que esta catástrofe es el mejor de los sistemas políticos posibles.
Nuestra clase política es la que merecemos… se nutre de la
sociedad a la que dice representar… y – en mi opinión - la representa perfectamente.
Somos una sociedad en la que Marina Geli puede ser diputado.
Somos una sociedad en la que el derecho del débil es
pisoteado por el capricho del fuerte. Donde el mas indefenso (el nasciturus)
está sufriendo un genocidio silencioso en base a no-se-que-derecho de la madre
a asesinarlo… donde las minorías estrambóticas imponen sus mezquinas ideas al
rebaño.
¿No resulta desolador?
La renovación política en España es imposible, porque antes
tendríamos que renovarnos como sociedad.
Es nuestra la culpa, solo nuestra… nadie se engañe.
Y temo que un día, que espero lejano, purgaremos nuestra culpa
al estilo español: sangre, arena y una tierra devastada sobre la que alzar una
sociedad digna de ese nombre.