El hundimiento del Sir Galahad en la guerra de las Malvinas fue el resultado de un cúmulo de errores.
De entrada, el barco no tenía que estar donde estaba (un problema en la transmisión de ordenes lo puso en un lugar donde no tenían protección antiaérea), al darse cuenta de que la unidad que transportaba el Sir Galahad no estaba donde tenía que desplegar, el oficial a cargo de las tropas se negó a desembarcar... esperó recibir ordenes expresas de hacerlo pese a las vehementes recomendaciones de los oficiales de la Armada y de Infantería de Marina allí desplegados.
Cuando llegaron las ordenes, la Guardia Galesa no pudo desembarcar porque las lanchas que tenían que llevarlos a tierra con toda su impedimenta habían sido requisadas por un regimiento de paracaidistas, y al final, cuando la única lancha y el pontón que había en la zona se disponían a desembarcar las tropas, recibieron la orden de llevar a tierra una ambulancia y otro material... y cuando lo estaban haciendo, la aviación argentina (el buque llevaba seis horas en una zona sin cobertura) hundió el barco con medio batallón de la Guardia Galesa a bordo.
Si cualquiera de estas circunstancias no se hubiese dado, se habrían salvado centenares de vidas... y a la vuelta de unos años el análisis de lo sucedido pone de manifiesto que un grupo de hombres aparentemente competentes y cualificados, pueden ser responsables de un desastre.
Lo sucedido en el “Madrid Arena” ha sido también el resultado de un cúmulo de incompetencias, descoordinaciones, equívocos y errores.
Los jueces determinarán (si Dios quiere) sobre quién recae la responsabilidad de lo sucedido, pero esta tragedia – desde mi punto de vista – pone de manifiesto dos graves problemas.
El primero es el derivado de la corrupción política del Ayuntamiento de Gallardón-Ana Botella, que ha permitido a un mafioso con causas pendientes, campar a sus anchas por Madrid.
El segundo es el derivado de la forma en que nuestros hijos entienden el ocio, pues un factor decisivo en la muerte de estas muchachas fue la entrada incontrolada de jóvenes procedentes del “macro-botellón” que se había montado en los alrededores del estadio.
Al final, los que produjeron el atasco fueron una manada de borrachos... no hay que darle mas vueltas.
Si la incompetencia dolosa de los “seguratas” no hubiese estado presente, quizá no se hubiesen producido las muertes. Si el mafioso antes mencionado no hubiese vendido muchas mas entradas de las que aconsejaba el aforo del local, otro gallo hubiese cantado. Si el Ayuntamiento de Madrid hubiese evitado el “macro-botellón” no se habría producido la aglomeración. Si hubiese habido mas UVIs móviles, quizá se hubiese salvado alguna chica... pero la manada de borrachos, verdadera causante del estropicio, estaba formada por nuestros hijos.
Y eso es lo que hay.
O cambiamos los hábitos de nuestros hijos, o esto se repetirá... porque el factor detonante de todas estas cosas es siempre la manada alcoholizada, emporrada o harta de pastillas omnipresente en las noches de Madrid.
Unos pobres desgraciados que son incapaces de divertirse de otro modo.