La visita del Papa sigue dando coletazos porque, para la zarrapastra, cualquier tema es bueno si oculta el desastre en el que esta partida de inútiles que nos gobiernan nos ha metido… y digo que “nos ha metido” porque si bien la crisis financiera ha sido la misma para todo el mundo, la pésima gestión de la crisis que han hecho nuestros gobernantes y el aumento escandaloso de la corrupción que acompaña invariablemente a los gobiernos sociatas, es responsabilidad de ellos.
Ahora centran el tema en las “desafortunadas” declaraciones de Benedicto XVI cuando habló del incremento del laicismo radical en España y se regocijan del hecho de que en la Plaza del Obradoiro se viesen “huecos”… algo que – según ellos – con Juan Pablo II hubiese sido impensable.
A este respecto yo quisiera argumentar un par de cosas.
La primera de ellas es que el laicismo radical, en efecto, se ha vuelto agresivo.
¿Se imaginan ustedes una manifestación, del colectivo que fuese, haciendo escarnio de símbolos budistas o islámicos?... porque en España, lo de insultar a los católicos es ya un deporte de masas.
Se nos calumnia como colectivo (meten a todos nuestros sacerdotes – Papa incluido - en el saco de la pederastia, por ejemplo) y se tergiversa cualquier noticia, llegando a hacer cosas – desde la Delegación del Gobierno - como impedir el acceso a una basílica, o salir huyendo de España para no cumplir con las obligaciones que cualquier Presidente del Gobierno que se merezca el cargo, tiene.
Ahora, ese dechado de intelectualidad y erudición que es Pepiño Blanco se permite evaluar numéricamente a los católicos que, en cualquier caso, somos muchos más que los cuatro millones de ciudadanos (ciudadanos, no “tontos de los cojones” como gustan ellos llamarnos) que les han votado para que trabajen en sacarnos adelante y no para que se dediquen a fastidiar a media España.
Bajo el pomposo nombre de “ley de libertad religiosa” se esconde un ataque frontal y totalitario (su naturaleza liberticida les impide hacer las cosas de otra forma) a una religión en concreto, precisamente la que es de culto mayoritario en el país que dicen que gobiernan.
Hay, indudablemente, un deseo de atacar al ciudadano católico (a los hechos me remito), porque quieren privar de representatividad política a todo el que no pase por el aro del relativismo. Y en esto son tan totalitaristas como sus predecesores de los años treinta.
Y en la Plaza del Obradoiro se vieron huecos… es verdad.
Yo fui a Barcelona desde Madrid y el AVE me costó alrededor de 130 euros. Súmele a eso el alojamiento de una noche y las correspondientes comidas…
¿Cuántos españoles dirían ustedes que están en disposición de hacer ese viaje?... por aquello de elegir entre viajar a ver al Papa y llegar a fin de mes.
Estas circunstancias eran sensiblemente diferentes con Juan Pablo II, y conozco mucha gente que se quedó con las ganas de ir.
Ellos no pueden entenderlo porque cuando hacen cualquier payasada sindical – con dinero público, claro está – dan transporte, bocata y dietas gratis a todo el que va a chillarle a Esperanza Aguirre.
Si hubiesen fletado un par de trenes AVE y algunos autobuses a Barcelona, aunque fuese a precio reducido, se hubiesen llenado, no lo duden.
Pero ellos están en la negación de la evidencia.
Y robando como leones, porque en breve, según las encuestas, se les va a acabar el chollo y para entonces tienen que tener prevista su manutención y la de sus hijos para los próximos setenta años.
Ahora centran el tema en las “desafortunadas” declaraciones de Benedicto XVI cuando habló del incremento del laicismo radical en España y se regocijan del hecho de que en la Plaza del Obradoiro se viesen “huecos”… algo que – según ellos – con Juan Pablo II hubiese sido impensable.
A este respecto yo quisiera argumentar un par de cosas.
La primera de ellas es que el laicismo radical, en efecto, se ha vuelto agresivo.
¿Se imaginan ustedes una manifestación, del colectivo que fuese, haciendo escarnio de símbolos budistas o islámicos?... porque en España, lo de insultar a los católicos es ya un deporte de masas.
Se nos calumnia como colectivo (meten a todos nuestros sacerdotes – Papa incluido - en el saco de la pederastia, por ejemplo) y se tergiversa cualquier noticia, llegando a hacer cosas – desde la Delegación del Gobierno - como impedir el acceso a una basílica, o salir huyendo de España para no cumplir con las obligaciones que cualquier Presidente del Gobierno que se merezca el cargo, tiene.
Ahora, ese dechado de intelectualidad y erudición que es Pepiño Blanco se permite evaluar numéricamente a los católicos que, en cualquier caso, somos muchos más que los cuatro millones de ciudadanos (ciudadanos, no “tontos de los cojones” como gustan ellos llamarnos) que les han votado para que trabajen en sacarnos adelante y no para que se dediquen a fastidiar a media España.
Bajo el pomposo nombre de “ley de libertad religiosa” se esconde un ataque frontal y totalitario (su naturaleza liberticida les impide hacer las cosas de otra forma) a una religión en concreto, precisamente la que es de culto mayoritario en el país que dicen que gobiernan.
Hay, indudablemente, un deseo de atacar al ciudadano católico (a los hechos me remito), porque quieren privar de representatividad política a todo el que no pase por el aro del relativismo. Y en esto son tan totalitaristas como sus predecesores de los años treinta.
Y en la Plaza del Obradoiro se vieron huecos… es verdad.
Yo fui a Barcelona desde Madrid y el AVE me costó alrededor de 130 euros. Súmele a eso el alojamiento de una noche y las correspondientes comidas…
¿Cuántos españoles dirían ustedes que están en disposición de hacer ese viaje?... por aquello de elegir entre viajar a ver al Papa y llegar a fin de mes.
Estas circunstancias eran sensiblemente diferentes con Juan Pablo II, y conozco mucha gente que se quedó con las ganas de ir.
Ellos no pueden entenderlo porque cuando hacen cualquier payasada sindical – con dinero público, claro está – dan transporte, bocata y dietas gratis a todo el que va a chillarle a Esperanza Aguirre.
Si hubiesen fletado un par de trenes AVE y algunos autobuses a Barcelona, aunque fuese a precio reducido, se hubiesen llenado, no lo duden.
Pero ellos están en la negación de la evidencia.
Y robando como leones, porque en breve, según las encuestas, se les va a acabar el chollo y para entonces tienen que tener prevista su manutención y la de sus hijos para los próximos setenta años.