Quedó viuda al año de tener su primera hija, e intentó salir adelante como Maestra.
Conoció a un abogado llamado David Nation y se casó con él. Tomó su apellido (como es costumbre en los EEUU) y pasó a llamarse Carrie Amelia Nation, que es como se hizo famosa.
Carrie A. Nation (que en inglés podría traducirse libremente como “cuidar a una nación”) fue una activista en pro de la prohibición del alcohol en EEUU.
Como seguidora de la "Iglesia de los Discípulos de Cristo", se definía a sí misma como “un bulldog que corre a los pies de Jesús, ladrando a lo que Él rechaza”… y dado que la señora media algo más de metro ochenta y rondaba los ochenta kilos, podemos concluir que como bulldog debía ser temible.
Se hizo activista de la "Unión Cristiana de Mujeres por la Templanza" y su fervor antialcohólico le llevó a ser arrestada alrededor de treinta veces entre 1900 y 1910, dado que en las manifestaciones del "Movimiento por la Templanza" tenía la costumbre de entrar en los bares con una Biblia en la mano izquierda y un hacha en la derecha… hacha de mano (no muy grande) con el que arremetía contra las estanterías del bar destrozando mobiliario y botellas (mientras sus amigas la acompañaban con rezos y cantos).
Se dice que pagaba las multas con lo que recaudaba en sus conferencias y la venta de hachas de mano similares a las ella misma usaba.
Una década después de su muerte, bajo la influencia de ideas similares a las que Carrie Nation defendía, se promulgó la famosa "ley seca".
Como ustedes saben la "ley seca" duró desde 1919 hasta 1933, año en que fue derogada y supuso, en esos 14 años, el nacimiento y expansión de toda suerte de organizaciones criminales que proporcionaban de forma clandestina, y a precios disparatados, bebidas alcohólicas por todos los EEUU. Al Capone ganó muchos millones de dólares con ella y no pocos funcionarios y políticos americanos se vieron involucrados en casos de corrupción relacionados con la aplicación de esta ley.
Las puritanas de las ligas por la templanza vienen hoy a mi cabeza porque cuando he presenciado las imágenes de las manifestaciones feministas de Madrid pidiendo la muerte de Abascal... me he acordado de algo que oí hace no mucho tiempo: que las feministas del siglo XXI son las puritanas de los siglos XIX y XX.
Nuestra amiga Carrie, se permitía el lujo de entrar en un bar hacha en mano del mismo modo que las locas de Femen se sienten autorizadas a interrumpir una misa o un miting enseñando sus pechos… porque – en esa realidad paralela en la que viven – “la causa” del feminismo lo justifica todo.
A finales del XIX y principios del XX, algunas reivindicaciones femeninas tenían, fuera de toda duda, una completa justificación.
Que la mujer no pudiese votar o abrir una cuenta corriente en un banco son – afortunadamente – cosas que pertenecen al pasado… hoy en día, la mujer que diga que – a efectos de derechos civiles - no puede hacer lo mismo que un hombre, está mintiendo.
En la Administración, y sé de lo que hablo, no existe discriminación por razón de sexo… en la empresa privada es posible que sí.
Pero la empresa privada es “privada”, y en ella el que arriesga el dinero es el que contrata… y llegados a este punto, también les diré que cuando una mujer hace ganar más dinero a una Empresa que un hombre, no se lo piensan dos veces a la hora de mandar a su casa a uno de los dos.
Así pues, el feminismo actual no está reclamando derechos que el hombre tenga y las mujeres no, está reclamando discriminación positiva.
Las más taradas se han lanzado a una lucha “anti-hombre” en la que cualquiera que tenga los cromosomas adecuados es – por el mero hecho de haber nacido – un maltratador y un criminal.
En un país donde la Constitución ampara a los ciudadanos sin diferenciar sexo, raza o creencias, las algaradas sobran… si algo no funciona se lleva a los tribunales en virtud de ese principio de igualdad y ya está.
Pero el problema es otro.
La izquierda, falta de banderas, se ha entregado a la solución de problemas inexistentes para trincar del erario a través de todas esas asociaciones cuyos nombres dan vergüenza ajena.
En esas asociaciones, cualquier enferma con inclinaciones a la pederastia, se siente autorizada a dar conferencias en los colegios para llenar la cabeza de nuestros hijos con esas ideas raras que son – probablemente – fruto de sus propias frustraciones sexuales … entrando con su hacha en la mano mientras sus compañeras de viaje la jalean con sus cantos y su presión mediática.
Estas conferencias se dan además a niños y niñas en una edad en la que todavía no tienen la madurez suficiente para adoptar una actitud crítica… ¿Estoy mintiendo?
Obsesionadas por el sexo, las feminazis se entregan a toda clase de excesos verbales e ideológicos, tratando de que se acepte como natural lo que no es más que un producto indeseable de sus desquiciadas mentes.
La “violencia de género” (el otro caballo de batalla) es una gran mentira que sirve para que estas farsantes vivan del cuento… y cuidado, no estoy negando los execrables crímenes que algunos animales que comparten sexo con la mitad de la población de España, cometen contra sus parejas.
Que a principios de febrero llevemos una docena de mujeres asesinadas por sus parejas, es una realidad demasiado palpable como para minimizar el problema.
El peso de la justicia debe caer despiadadamente sobre los que cometen estos crímenes.
Encargarse de que esto suceda es un deber del Estado… pero me resisto a aceptar que amparándose en esta repugnante lacra se pretenda crear una sociedad asimétrica en la que el principio de inocencia sólo se aplique por razón de sexo.
Las Carrie A. Nation de la vida culpaban al alcohol de todos los males sociales y lucharon para erradicarlo consiguiendo la promulgación de una ley que creó muchos problemas sin solucionar ninguno… y que hubo que derogar ante su flagrante ineficacia.
¿Estamos, en manos de estas "feministas" desaforadas, intentando repetir esta historia?