Tras los atentados de París, una vez mas, vuelve la calma.
Ahora empezaremos con las velitas y los kumbayás, con las manifestaciones tontonas, con las declaraciones mesuradas… todo menos admitir que estamos desde hace tiempo inmersos en un conflicto asimétrico.
No es terrorismo, es guerra.
Y Europa (¡quién te ha visto y quien te ve!), a por uvas… negando la realidad, mirando hacia otro lado mientras las operaciones militares del enemigo se desarrollan con precisión milimétrica.
Todo el que me conoce sabe que no doy un duro por nuestra sociedad… no soy sospechoso de defender esta especie de cleptocracia masónica que hay en España. Y tengo claro que con esta juventud blandita, inmadura, desorientada y egoísta que estamos generando desde que nos pusimos en manos de la izquierda esquizofrénica y la derecha equidistante, no va a ser capaz de mantener este tinglado.
Lo de París es la purga de nuestros pecados.
Hemos renunciado a defender nuestros principios, nuestros orígenes y nuestras tradiciones.
Hemos creado una sociedad en la que los garantes de la paz están mal vistos, en la que se admite que no se respeten nuestros símbolos y nuestra cultura, en donde la justicia actúa mal y tarde, en la que cualquier acto que huela a ejercicio de autoridad es cuestionado…
En vez de combatir al enemigo, se confraterniza con él… sin darle el status de enemigo, que no es otro que la condición de persona dispuesta a eliminarte o – lo que es peor - esclavizarte.
Y así nos luce el pelo.
Esta patología autodestructiva en la que estamos inmersos pasa por ensalzar todo lo malo y repudiar todo lo bueno.
Vienen a esquilmar nuestros recursos porque nos saben débiles.
No se integran en nuestra sociedad porque, seamos sinceros, nuestra sociedad no es acreedora de respeto, no es un modelo a seguir, no mueve la voluntad de pertenencia, no está dispuesta a defenderse.
Ahora volveremos a las velitas y los kumbayás, a las manifestaciones bobaliconas, a las declaraciones mesuradas… todo menos admitir que estamos desde hace tiempo inmersos en un conflicto asimétrico.
Y mientras tanto, ellos a lo suyo… con voluntad, con determinación, con todo aquello que nos falta a nosotros.
Si por casualidad o por error se empezase a hacer lo que hay que hacer, miles de voces en nuestro propio rebaño se elevarían para impedirlo.
¡Espabilad, idiotas!
El único futuro que aguarda a los borregos es el matadero.