Incluso en una democracia tan deficiente como la nuestra, hay canales para reivindicar, expresar y difundir las ideas.
Otra cosa es que te hagan caso.
En España, habida cuenta el chiringuito político que tienen montado los que se supone que tienen que representarnos, lo normal es que no te hagan ni caso… a no ser que incendies una docena de contenedores de basura, machaques a cincuenta policías, arruines a tres o cuatro comerciantes destrozándoles la tienda o – llegado el caso – te dediques a dar esos tiros en la nuca que tanto le gustan a los euskomierdas de izquierda maoísta que nuestro gobierno de soplagaitas se está dedicando a sacar de las cárceles.
Esa caterva de deficientes mentales y semovientes frustrados que no pueden expresarse sin montar una falla improvisada, se ve amparada por un Estado de Derecho que ni respetan ni defienden, y que, dicho sea de paso, ni respeta ni defiende al ciudadano que sí cree en él.
Uno está dispuesto a aceptar que transita inmerso en una minoría que jamás alcanzará el poder, porque las cosas que defiende y los pilares sobre los que se asientan sus creencias son, inevitablemente, antidemocráticos.
Y de esta forma, el abajo firmante acepta, mal que le pese, que las leyes no se adapten a sus gustos, consciente de que si un día se ve obligado por razones morales a trangredirlas o a incumplirlas, en su sentido de la responsabilidad está también el de afrontar la pena que corresponda.
Es así.
Si te dedicas a hacer el vándalo, dinamitando la “pacifica convivencia ciudadana”, lo único que debes esperar de un Estado como “Dios manda” es una docena de dientes rotos… y eso no es porque lo diga yo, es porque para canalizar tus necesidades y propagar tus ideas, en un país civilizado, hay formas y medios suficientes como para no tener que tomar algunos derroteros.
Pero en España no hay un “Estado como Dios manda”, hay un Estado lleno de personajillos acomplejados y cobardes que no se atreven a defender la democracia que hemos depositado en sus manos, frente a esta colección de golpistas de todo a cien y orangutanes de feria.
Y a las pruebas me remito: que tras una manifestación haya cincuenta policías hospitalizados sin que el número de manifestantes heridos, machacados y zurcidos sea diez veces mayor, indica que en España no hay un Estado capaz de proteger nuestra débil democracia.
Y no se engañen, la violencia sólo es mala cuando se emplea contra el inocente.
A estos bastardos de corral que acompañan a todas las manifestaciones de nuestra irresponsable izquierda (que además los defiende y los jalea) hay que aplicarles una dosis considerable de violencia de la buena… aunque sólo sea por ver si se les pasan las ganas de chinchar.
De no ser así, cada día irán a más.
Y después nos quejaremos de nuestra suerte.